(Foto: EFE)
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En una fría noche del 2013, alguien accedió al Museo Nacional Etrusco de Roma y robó 27 joyas de oro y piedras preciosas, una "herida" que Italia ha sanado por fin al recuperar las piezas tras una investigación propia de una "novela policíaca".

Las autoridades italianas han concluido la investigación de estos hechos y hoy exhibieron entre aplausos la última joya recuperada, una exquisita gargantilla de oro, esmeraldas, rubíes y perlas.

El robo fue perpetrado en la tormentosa noche del 30 de marzo del 2013, cuando encapuchados, provistos de mazas y bombas de humo, accedieron al museo, en la fastuosa villa Giulia de la capital, y se llevaron el botín tras reventar las mamparas que lo custodiaban.

Las alarmas sonaron y la Policía acudió rauda al lugar, pero 27 joyas, entre pendientes, collares, broches y anillos de oro, valoradas en tres millones de euros (US$ 3.3 millones), acabaron extraviadas.

No eran piezas normales, pues componían una de las colecciones de orfebrería más importantes del mundo, la de la familia Castellani, artesanos del siglo XIX que engalanaron a las casas soberanas y a la alta y más distinguida burguesía de la Europa decimonónica.

Los Castellani se inspiraron en el Clasicismo para elaborar sus preciadas joyas de oro, repensando la orfebrería de la Antigüedad, gracias a los más recientes hallazgos en los yacimientos de Grecia, Etruria o la Magna Grecia, las colonias helenas en el sur italiano.

Pero en sus creaciones, además de referencias grecorromanas, no falta la estética bizantina o bárbara, así como el arte medieval o renacentista, especializándose en la técnica de la granulación, la unión de diminutas esferas para formar un patrón en metal precioso.

Hace exactamente cien años, en 1919, los Castellani decidieron donar estas piezas después de que la institución perdiera la gran colección del marqués de Campana, vendida al Hermitage ruso y al Louvre de París para lograr liquidez y pagar sus deudas.

"Es un patrimonio inmenso, una parte de la identidad nacional", explicó el director del Museo Etrusco, Valentino Nizzo.

Para recuperar este tesoro íntegramente ha hecho falta una "investigación propia de una novela policiaca", aseguró en rueda de prensa la fiscal encargada, Tiziana Cugini.

Y es que han sido seis años de indagaciones, interrogatorios, redadas y cientos de escuchas telefónicas en los bajos fondos del mercado negro del arte.

Finalmente las autoridades italianas demostraron la implicación de una red de ladrones romanos, de un anticuario de la capital y de una señora de nacionalidad rusa a la que se pilló en el aeropuerto de Fiumicino con un catálogo de la colección días después del hurto.

El mayor golpe a esta red fue en marzo del 2016, cuando estaba a punto de organizar una venta en el litoral romano y se logró identificar y denunciar a los fugados.

Los cacos, al saberse controlados, emprendieron la huida a bordo de un coche y, para impedir que los Carabineros les siguieran, arrojaron una parte importante de las joyas por la ventanilla.

Era definitivamente el principio del fin porque los ladrones no lograban deshacerse de las piezas ya que los eventuales compradores sabían que la Policía "les pisaba los talones", relató el teniente coronel de los carabineros Nicola Candido.

Ahora el tesoro vuelve a su vitrina, seis años después de su robo y a exactamente un siglo de su donación, aunque no lo hace de forma íntegra, pues de algunas joyas "se han perdido pequeñas piezas" como borlas, perlas o detalles durante el robo, señala Nizzo.

Desde el museo esperan que todo el peso de la Justicia caiga sobre estos criminales que infligieron una "terrible herida" al patrimonio público de la institución: "Esperamos un severo castigo", dijo el director.

La fiscal Cugini no dio mayores detalles sobre la identidad de los ladrones, del anticuario o de la rica mujer rusa "enamorada de las joyas" que se aliaron para asaltar el museo, pero confió en que pronto se abrirá un juicio en su contra por estos hechos por suerte ya subsanados.

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