Vicente Ruiz García. (Foto: Difusión)
Vicente Ruiz García. (Foto: Difusión)

El tesoro que se conserva en el pecio del ‘’, navío español que se hundió en la costa chilena en 1770, pertenece a España, según el historiador Vicente Ruiz García, quien le ha dedicado el estudio “El navío Oriflame y su tiempo, un patrimonio cultural de España en las costas de Chile”.

Este trabajo de investigación, que será publicado en breve, ha merecido el Premio Nuestra América, otorgado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universidad de Sevilla y la Diputación Provincial de Sevilla, y aporta argumentos históricos y jurídicos que respaldan la titularidad española de un tesoro sobre el que ya ha planeado una empresa cazatesoros.

El navío español ‘Nuestra Señora del Buen Consejo y San Leopoldo’, también llamado ‘Oriflame’ y ‘Oriflama’, llevaba un singular tesoro compuesto por casi medio millón de piezas de fina cristalería, procedentes de la Real Fábrica de la Granja de San Ildefonso de Segovia, y conservadas en 1,468 cajones, además de joyas, telas, instrumentos musicales, hierro y pimienta.

Cazatesoros

Ruiz García, doctor en Historia y asesor de la Cátedra de Historia y Patrimonio Naval de la Universidad de Murcia, ha explicado que “230 años después, a principios del siglo XXI, una empresa cazatesoros bajo el nombre de ‘Oriflama S.A.’ anunció haber dado con el sitio en el que estarían los restos del barco y logró en el 2005 que un tribunal de primera instancia de Chile le otorgara la prescripción adquisitiva ordinaria del pecio”.

En 2010 la Unesco manifestó su inquietud porque el ‘Oriflame’ fuera encontrado y expoliado por una compañía de explotación comercial y tras varios juicios, en el 2016, la justicia chilena rechazó un recurso de protección interpuesto por la empresa cazatesoros que reclamaba la extracción de la carga, objetos muebles, aparejos y restos de la estructura del navío, naufragado en la desembocadura del río Huenchullami.

Según Ruiz, el Estado español no se personó en la causa en ningún momento para hacer valer algún derecho sobre el hallazgo porque el ‘Oriflame’ no era un buque de guerra como el San José o el Nuestra Señora de las Mercedes, y en un principio no gozaría de la inmunidad soberana.

Sin embargo, tras su investigación en archivos españoles y americanos, Ruiz García ha asegurado haber reunido “datos que confirman que España podría reclamar derechos por un patrimonio cultural que le pertenece y sobre el que tiene el deber de evitar su expolio aunque esté a miles de millas”.

Dueños de la carga

Ruiz García ha identificado el cargamento y sus dueños, el tipo de barco y su misión, su procedencia, su pertenencia en el momento del desastre de su naufragio, con lo cual ha descartado las ulteriores posibilidades de reclamación que tendrían las distintas partes, que podrían ser, según ha enumerado: “El hallador del pecio, es decir, la sociedad cazatesoros; el Estado chileno, con competencia jurisdiccional sobre el lugar donde supuestamente había aparecido; y terceros países como Francia y el Reino Unido, naciones bajo cuya bandera había navegado en algún momento”.

En su pesquisa, el historiador ha localizado las pólizas, seguros y riesgos contratados en su día por los comerciantes o las sentencias judiciales de otros casos que podrían clarificar los aspectos más controvertidos del posible hallazgo.

Ruiz García ha dicho que el ‘Oriflame’ “es considerado una leyenda en Chile pero prácticamente desconocido en España” y que, en origen, fue un buque de guerra de origen francés convertido en navío de registro de la Carrera de Indias y que zarpó en su último viaje en febrero de 1770 con destino al Callao de Lima, en el virreinato del Perú, y naufragó en las costas de Chile.

Un barco que fue francés, inglés y español

El navío fue botado en los astilleros de Tolón (Francia) en 1744, durante unos años sirvió a la armada francesa hasta que en 1761 fue capturado por los ingleses.

“Hasta ahora se desconocía con exactitud en virtud de qué circunstancias pasó a manos españolas y se suponía que a finales de 1761, en la escalada de hostilidades que presagiaban la declaración de guerra entre España e Inglaterra, Carlos III ordenó la captura de todos los barcos ingleses anclados en puertos españoles y que, de esa manera, se creía que el navío pasó a propiedad española”, según Ruiz García.

El historiador ha descubierto que, no obstante, el barco fue comprado en Gibraltar por la casa comercial Villanueva y Pico y fue rebautizado en 1762 como ‘Nuestra Señora del Buen Consejo y San Leopoldo’ aunque conservó como alias ‘Oriflama’ -en la documentación original Oriflame-.

Posteriormente sería adquirido por la casa comercial de Cádiz Uztáriz Hermanos y Compañía, quienes lo emplearon como navío de registro en la Carrera de Indias, realizando varias travesías comerciales entre 1763 y 1768 a los puertos de Veracruz, La Habana y Buenos Aires.

El 18 de febrero de 1770, como en otros viajes, el ‘Oriflame’ zarpó del puerto español de Cádiz rumbo al del Callao, en el virreinato del Perú, bajo las órdenes del capitán Joseph Antonio de Alzaga con 176 personas a bordo, entre tripulación y pasaje.

El naufragio

Durante la travesía se desató una epidemia que diezmó de manera considerable a la tripulación y al pasaje, algo que pudo comprobar el navío español ‘San José’ alias ‘El Gallardo’, cuando cinco meses después de su partida, divisó al ‘Oriflame’ a unos 150 kilómetros al sudoeste de Valparaíso, donde lo halló a la deriva, con serias dificultades para maniobrar debido a la incapacidad de la poca tripulación que quedaba para gobernar el barco.

“Un violento temporal se sumó a las deplorables condiciones del barco, que fue arrastrado al fondo del mar ante la sorpresa de los lugareños de la costa de la región chilena del Maule, que contemplaron impotentes aquel desgraciado naufragio donde perecieron todos los pasajeros y miembros de la dotación del desdichado buque”, ha concluido Ruiz García.

Durante meses las autoridades virreinales de Lima enviaron expediciones para rescatar el cargamento, pero solo pudieron recuperar algunas decenas de cajones y, finalmente, el navío se dio por perdido para siempre con toda su carga y sus víctimas depositadas en el fondo del océano.