Ernesto de Zulueta Habsburgo-Lorena, embajador de España en Perú. (Foto: USI)
Ernesto de Zulueta Habsburgo-Lorena, embajador de España en Perú. (Foto: USI)

André Agurto

El embajador de España en el Perú, Ernesto de Zulueta Habsburgo-Lorena, fue uno de los más entusiastas con la presencia de su país en la última Feria de Libro de Lima. “Buscamos sorprender al público”, anunció a este diario meses antes del evento (Gestión 02.05.2018).

El diplomático tiene 31 años de carrera, los últimos tres en nuestro país.

- ¿A qué edad comenzó su carrera diplomática?
Empecé a los 26 años. Vengo de cierta tradición familiar, aunque en mi caso fue una vocación tardía. Pero no me arrepiento de haberla asumido. Desde luego es una vocación de servicio al Estado que he disfrutado por mucho tiempo.

- ¿Alguno de sus padres también fue diplomático?
Sí, mi padre. Por eso nací en Nueva York, mientras él estaba destinado allí.

- ¿Cómo es la dinámica de trabajo en una embajada?
Tenemos una relación de equipo. Siempre estamos remando en la misma dirección en las distintas oficinas. Tenemos un equipo diplomático, pero también oficinas económicas, comerciales, funcionarios y personal contratado.

Hay un mito recurrente entre diplomáticos. Uno de ellos es que uno llega a un país llorando y se va también llorando.


- ¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
Me gusta estar un poco en todas partes. Hacer labor de oficina y también tener contacto con las distintas entidades, como el Poder Judicial o el Poder Ejecutivo.

- ¿Y en sus ratos libres?
Me gusta “callejear”, descubrir nuevas cosas de Lima. También salir de Lima: eso es importante para cualquier limeño y para cualquier extranjero.

- Como diplomático, ha conocido muchos lugares…
Por supuesto, he conocido muchos, pero no he vivido en tantos. He estado en Europa y Estados Unidos, fundamentalmente. Y por mi carrera, pues ha sido muy diversificado. He estado en África, en América Latina, en Europa, en Asia.

- ¿Es complicado adaptarse a un nuevo lugar?
Cada país tiene su magia. El desafío de la adaptación es muy variable. Hay un mito recurrente en las leyendas diplomáticas. Uno de ellos es que uno llega a un país llorando y se va de él también llorando.

- ¿Aplica a usted?
Normalmente uno se va llorando porque deja amigos, toda una experiencia vital, pero es una cuestión de mentalidades. No hay país difícil de adaptarse, sino mentalidades cerradas.

- ¿Y qué le ha gustado del Perú hasta ahora?
La calidez de la gente. Como embajador de España, además, somos parte de un conocimiento mutuo que parte desde hace muchos años atrás y que se va construyendo mano a mano. Sin embargo, creo que aún me falta mucho por descubrir.

- ¿Cómo qué?
A veces, nos pasa que tenemos más tendencia a salir que a conocer las maravillas que ofrece el interior. En ese sentido, el Perú ofrece todo. No he estado en la Amazonía, por ejemplo.

-¿Y qué ciudades ya conoce?
He estado en Cusco y Machu Picchu varias veces. En Arequipa, en el valle del Colca. También en Trujillo, Lambayeque y Cajamarca. Me quedan muchas zonas por conocer y a veces uno también quiere repetir.

- Y como español, ¿es un amante de los vinos?
Sí, claro. Los vinos españoles están bien apreciados en Lima y afuera también. Aquí hemos hecho varias catas dedicadas a sommeliers para abrir y diversificar la oferta de vinos.

- También habrá probado los vinos peruanos...
Vemos con mucha alegría que la oferta peruana está aumentando cada vez más. Está, claro, el pisco, pero el vino blanco y los tintos están comenzando a tomar vuelo. Eso es muy positivo para los países productores y para los amantes del vino.