A los 70 años, Ramiro Llona no es ajeno a las redes sociales. Por el contrario, el artista plástico ha encontrado en ellas una nueva forma de exhibir y comercializar sus obras.

Sin embargo, para él, las webs, Facebook y otras herramientas online son solo una parte de la fracción de la operación artística.
Considera que, en nuestro país, ninguna de ellas de forma independiente logra ser “definitivamente rentable”.

En el Perú, ¿qué cambios se han registrado en el arte en los últimos años?
El arte es un panorama extenso, complejo, movido. La sensación que uno tiene es que todo el tiempo, y cada vez más, están saliendo más chicos de las escuelas de arte que se quieren dedicar a esta profesión. Y, por otro lado, en las vías de exposición ahora hay alternativas.

¿Cómo cuales?
Primero está el apoyo que la empresa privada puede brindar a ciertos grupos de artistas para tener una ventana de exposición, como en la que participo ahora (ver dato). Además, hay instituciones que tiene actividades permanentes para contrarrestar la falta de espacios comerciales. Y las redes sociales son una plataforma de exhibición para el arte.

¿En qué sentido?
Existen páginas webs especializadas en comercializar arte, por ejemplo, y también está la posibilidad de contactarse directamente con el artista vía Facebook.

¿Comercializa sus obras por esta vía?
A mí, algunos me escriben preguntándome por mis obras. Por eso las redes son bien importantes. Veo que también algunos anuncian sus exposiciones en redes. Ciertas galerías pueden cerrar, pero se abren nuevas vías de comercialización.

¿Alguna de las plataformas es más rentable que otra?
En situaciones como la nuestra, donde el mundo del arte no es tan grande, creo que hay mirar un poco todo. No hay algo que sea definitivamente más rentable.

¿Prefiere las galerías o la venta en taller?
Las galerías son importantes porque en ellas expones, concentras la atención, pero es un mes cada dos años. También está el trabajo de taller, que es más permanente, abierto y personal. Con ello sabes cuál será el destino de tu obra.

¿Es importante tener ese conocimiento?
A veces sí, a veces no. A veces uno entra al taller y tiene la ilusión de que lo que haces sea también importante para la otra persona. Quita tiempo, genera un poco de ansiedad, pero da recompensas.

¿Cómo llevar el arte a diferentes niveles socioeconómicos?
Con educación, por ahí empieza. Se debería volver a instalar cursos de historia del arte en los colegios y las universidades. Debe haber una necesidad de urgencia porque el arte es el alimento espiritual. También se necesitan más espacios, pues el arte hay que verlo.

¿En qué proyecto está trabajando ahora?
En unos formatos horizontales que promueven narrativa. El proyecto se llama “El buen lugar” y son los cuadros más grandes que nunca he pintado, de 284 cm de alto por 470 cm de ancho.

¿Qué tema trata en ellos?
Empiezo a sospechar que son un poco biográficos, como mis memorias, pero pintadas. No sé cuántas serán, pero estará listo todo, quizás, en el 2021. Yo ahora demoro de cuatro a ocho meses por cuadro en un buen año, pero cuando tenía 30, sacaba 30 o 40 al año. Ahora me demoro más, tengo otro ritmo, sin angustias ni ansiedad.