Hoy falleció el artista Fernando de Szyszlo y su esposa Liliana Yabar Dávila, en su homenaje Gestión.pe reproduce el artículo publicado en el 2015 que The Economist retrató sobre la trayectoria del notable artista.

Hasta que se trasladó a París en 1949 a la edad de 24 años, Fernando de Szyszlo nunca había visto un Rembrandt o un Van Gogh. "Fue un shock descubrir el mundo moderno", dice. Pero al crecer en Lima, de Szyszlo –hijo de un geógrafo polaco y sobrino de un escritor peruano– se maravilló de la riqueza de textiles y cerámica precolombina del Perú, "el único arte original que estaba a nuestro alcance".

En París, él descubrió el cubismo, el surrealismo ("me identificaba con los textos surrealistas, no las pinturas") y la abstracción. De Szyszlo forjó amistades con otros artistas latinoamericanos, incluyendo Rufino Tamayo de México y Jesús Soto de Venezuela (quien más o menos inventó el arte cinético), y escritores como Octavio Paz. Algunos de sus amigos se quedaron en la capital francesa. Pero de Szyszlo regresó a Lima.

Los latinoamericanos "eran los parientes pobres [de arte], aceptados en el banquete, pero solo en una mesa auxiliar. Si quería cambiar eso tenía que estar aquí", dijo el artista desde su casa modernista de concreto en un tranquilo barrio de Lima, que contiene su estudio y está construida alrededor de un patio lleno de palmeras y sus esculturas.

De Szyszlo, al igual que Tamayo, se rebeló contra el realismo socialista del muralismo mexicano y contra la copia irreflexiva de las modas artísticas europeas. En su lugar, ha pasado su vida desarrollando un lenguaje pictórico único, un contenido expresionismo abstracto poblado de símbolos (relojes de sol, altares, cuchillos de sacrificio) y colores (ocres, azules y rojos naturales) vagamente inspirado en los artefactos del antiguo Perú.

En sus cuadros, figuras totémicas luchan contra fuerzas oscuras, o están atrapadas en los laberintos del inconsciente. Son un reflejo a menudo sombrío sobre la condición humana. En este sentido su obra es universal. Pero también es un intento de expresar la lucha de América Latina por una modernidad que refleja su pasado y su compleja realidad étnica y social.

De Szyszlo cumplirá 90 años el próximo mes y sigue pintando todos los días. Un liberal político e intelectual (en el sentido británico), de Szyszlo es uno de los intelectuales más respetados del Perú. Tal vez debido a su larga y prolífica carrera y porque su trabajo es difícil y angustioso en lugar de decorativo, de Szyszlo ha disfrutado de un éxito más crítico que comercial. Sin embargo, su obra se vende tan rápido como él la produce.

Esta salud comercial se aplica también al arte latinoamericano en general, el cual ha gozado de un auge sin precedentes de interés crítico y valor de mercado en este siglo. Casi todas las capitales de América Latina ahora cuentan con una feria de arte. Por supuesto, esto hace eco del auge mundial del arte. También es un efecto secundario de un crecimiento económico más rápido en América Latina. La mayoría de los coleccionistas del arte de la región siguen siendo locales. Pero eso está empezando a dar paso a una tímida internacionalización.

Esto sucede especialmente en Brasil, cuyo arte era casi desconocido fuera del país hasta hace una década. Tal es el caso de sp-arte, una feria de arte de Sao Paulo que es la más grande de la región. Cuando se inició en el 2005, 39 de las 40 galerías expositoras eran brasileñas. La feria de este año, celebrada en abril, fue la más grande hasta ahora y contó con la participación de 84 galerías brasileñas y 53 internacionales. "Hace diez años los brasileños solo compraban [obras de] artistas brasileños", dice Fernanda Feitosa, directora de sp-arte. El evento de este año exhibió el trabajo de Damien Hirst, Bill Viola y Richard Serra. Por otro lado, las galerías brasileñas han empezado a asistir a ferias de arte en el extranjero.

Es probable que esa tendencia continúe. El mercado del arte no es inmune a la desaceleración económica de la región. Las ventas a compradores locales en el sp-arte de este año fueron de 139 millones de reales (cerca de US$ 45 millones), 11% menos que el año pasado. Los ingresos por subastas de arte latinoamericano en Nueva York, que se realizan dos veces al año, son estables, gracias en parte a los nuevos compradores internacionales, pero aún por debajo de los picos del 2008 (cuando Christie's vendió una obra de Tamayo por US$ 7.2 millones).

La desaceleración podría tener su mayor impacto en el arte contemporáneo. Virgilio Garza, director de arte latinoamericano en Christie's, resalta la fuerza de ventas modernistas en las subastas del mes pasado –una obra de Tamayo y otra de Remedios Varo, una surrealista española-mexicana, ambas superaron los US$ 3 millones– mientras que el mercado de arte post década de 1960 se ha suavizado.

De Szyszlo se queja de que los artistas contemporáneos de la región son solo derivados de modas extranjeras como aquellos de principios del siglo 20, un juicio que parece demasiado radical. América Latina ha cambiado enormemente desde que él comenzó a pintar. Es menos pueblerina, más hacia el exterior y menos dividida socialmente, y su cultura goza de mayor reconocimiento internacional. Las industrias creativas son una importante área potencial de crecimiento económico para la región. Si, contrariamente a las expectativas de de Szyszlo, su arte postmoderno demuestra ser tan original como su tradición modernista, América Latina estará bien servida.