Fotografía de la fama. En 1980, Camaná celebraba ser la tierra del campeón mundial de ajedrez infantil, Julio Granda. A su llegada, el pequeño de 13 años repartía saludos desde una camioneta, a pesar de que no conocía a nadie. Aquel joven deportista, ahora convertido en Gran Maestro (GM) a sus 51 años, nos confiesa qué era lo que más deseaba hacer ese día: ir a su casa en el campo de Arequipa para ver a su madre y a sus pollitos.

¿Por qué no le interesa volver a ser recibido como un campeón?
Ese día, entre la gente, estaba la chica que me gustaba. Antes de eso no me veía ni en la lista de suplentes. Ahí te das cuenta de que la gente cambia y por eso no te debes dejar manipular.

¿Cómo fue el año pasado?
Luego de ganar el mundial sénior en Italia, fueron a recibirme personas de Camaná. Me sorprendió que la prensa escribiera que solo seis personas fueron, cuando normalmente no va nadie. Y seis es mucho. Mi objetivo siempre ha sido la normalidad, aunque a veces puede pasar por excepcional.

¿Se considera buen perdedor?
(Risas)Hasta hace 15 años todavía me afectaba la derrota. Me entraba un instinto de autodestrucción. Cuando era niño, me iba al campo y arrancaba las plantas. La propia experiencia me ayudó a racionalizarlo.

Se les recomienda a los ajedrecistas ir a un sicólogo. ¿Usted lo hace?
En el ambiente hispanoamericano no es frecuente. Hice pequeños intentos, pero los viajes y la desidia hicieron que no vuelva. Y ya estoy en el otoño de mi carrera.

¿Cómo ha tomado esta etapa?
La he asimilado muy bien. Fui 30 años el número uno en el Perú y ahora soy el número dos. Creo que podría serlo otra vez, porque disfruto más jugar y creo que lo hago mejor. Pero antes se podía vivir con cierta holgura, ahora es muy difícil. Estos últimos diez años, la verdad, han sido duros.

¿Qué oportunidades le han dado los años de experiencia?
Se comunicaron conmigo de Rusia. Me pidieron que formara parte de la plancha de la Federación. Pensé que tal vez venía bien hacer algo con la dirigencia a nivel continental. Me animé y tuve que viajar a Paraguay, Argentina, Brasil y también Centroamérica.

¿Entonces desea seguir viviendo del ajedrez?
Hasta hace unos años tenía ese conflicto. No asimilaba que esa era mi actividad. Ahora veo que si uno se organiza puede llegar a serlo. Si vives en Europa y estás en un club, tienes un sustento. Es un medio de vida incluso para personas que tienen un nivel inferior al mío. Pero cuando la competencia no es rentable, tienes que buscar otro medio.

¿Cuál es ese medio?
Un excelente producto es la enseñanza. Cada vez es más reconocido como una herramienta muy útil para la formación integral. Hace tiempo, debí hacerlo, pero me costaba. Para enseñar tienes que investigar, leer libros. Lo he hecho en pequeña cantidad. Ojeo los libros, pero me aburren. Y para mí todo esto ha sido muy espontáneo.

¿Cuánto gana un entrenador?
En Europa, de 20 a 50 euros la hora. En EE.UU. hasta US$ 100. Allá hay muchos niños que quieren mejorar y requieren la ayuda de un GM. Si quieres tener alumnos competentes, debes estar encima de ellos.

¿Se adaptó a la tecnología?
Es una ventaja para dar clases por Internet, pero el ajedrez evoluciona de manera exagerada. Los módulos de análisis le dan una paliza al campeón mundial.

¿Se puede ganar por instinto?
Desde que era pequeño, antes de acostarme repasaba en qué me había equivocado cuando perdía. Es la clave que explica cómo llegué a tener un nivel importante.

¿A veces se confía en exceso?
Puedo sonar pretencioso, pero una vez sentí que el juego de mi contrincante no me hacía ni cosquillas. Fui al baño porque vi que su posición se desmoronaba. Cuando regresé, había cambiado todo. Por eso siempre debes estar concentrado y reposar con los pensamientos. Algunos parecen zombies.

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