Gonzalo Torres
Gonzalo Torres

Un día como hoy, Francisco Pizarro fundó la Ciudad de los Reyes. 484 años después, aún conserva sus huacas, casonas y balcones coloniales. Y, aunque el descuido, la indiferencia y el tiempo no han transcurrido en vano, la historia “a la vuelta de cada esquina” se mantiene perenne. ¿Qué tan conscientes somos de nuestra herencia?, y ¿hasta qué punto estamos dispuestos a salvaguardarla?

En estos años, ha recorrido iglesias, parques, casonas, su historia detrás. ¿Hay un patrimonio que pasa inadvertido?
Sí, es lamentable. Habría que facilitar las cosas de manera administrativa, contar con una entidad que se preocupe por el patrimonio donde se superen estos escollos de lo que es bien privado o público; lo que es patrimonio, lo que no lo es; en qué se puede invertir, en qué no. Esto podría superarse si hubiera voluntad.

¿Hay un desconocimiento de la repercusión que pueda haber?
El cuidado del patrimonio genera identidad, proyecta otra imagen de ciudad. A muchos centros históricos del mundo ya les gustaría tener el pasado y herencia que tiene el de Lima. La diferencia es que son esas otras ciudades las que tienen un cuidado, una legislación, al fin y al cabo, un concepto de lo que debe primar. Y es algo que Lima debiera replicar.

¿Eso es lo que no ha cambiado a nivel de urbanismo?
Claro. Aún tenemos un patrimonio que está ahí, pero falta ponerlo en valor. Es decir, un plan maestro que lo incorpore. Creo que poco a poco la mirada del limeño ha cambiado respecto a su ciudad. Ya considera el patrimonio como un bien a rescatar, y eso es positivo, pero aún no tiene la fuerza necesaria como para exigir el empuje de las autoridades.

¿No todos somos conscientes de esa herencia colonial?
Hay muchas cosas que no estamos viendo: nuestro patrimonio no solo está en el centro de Lima, hay mucho desperdigado en la ciudad, tenemos 5,000 años de historia de Lima milenaria, hay un montón de huacas que aún pueden ser integradas dentro de modelos de gestión urbana con el apoyo de los vecinos.

La Huaca Pucllana es un buen ejemplo…
Sí, no el único. La Huaca Mateo Salado es otro ejemplo de cómo se puede mejorar patrimonio arqueológico. Por desgracia, hay varios ejemplos de cómo el patrimonio se va destruyendo ante la desidia e inacción de las autoridades.

¿Qué casos podría citar?
Un caso es Punchauca (Carabayllo) donde fueron las conferencias de San Martín y La Serna, otro es La Casa de Las Columnas, al lado del Convento Santo Domingo, que ya es un tugurio. Estamos ad portas del bicentenario y hay un patrimonio desperdigado que no se está rescatando. A veces, avanzamos dos pasos pero retrocedemos uno.

¿Ha cambiado la idiosincrasia del limeño o los estereotipos son lo que más abunda?
Hay muchos estereotipos. Claro que algunos tienen un asidero de verdad. Está la idea del limeño centralista, vanidoso, egocéntrico, el limeño ‘pendejo’. Creo que somos una mezcla.

¿Prefiere no generalizar?
Así es. Preferiría centrarme en el lado positivo del asunto. Creo que Lima es una ciudad de gente alegre, emprendedora. Pero también creo que debemos afianzar nuestra identidad.

¿Cómo afianzarla más allá de la gastronomía?
La identidad se afianza con el tema del patrimonio también, que es lo que hay que cuidar, lo que le da el corazón a la ciudad. Una ciudad sin patrimonio es una ciudad sin alma.

¿Hay un interés por conocerla?
Sí, pero diría que ese interés no está siendo atendido, salvo por colectividades civiles. Como siempre digo, aunque pueda sonar a perogrullo, nadie ama lo que no conoce, así que la divulgación es el camino correcto para poder volver a enamorarnos de Lima.

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