Daniel Titinger
Daniel Titinger

Daniel Titinger está de vuelta. “No quiero salir de casa. Crónicas de viaje” es el título que está a punto de presentar. Una antología que llegará a las librerías después de casi cuatro años de ausencia.

“Siempre tuve la intención de publicar estas crónicas que han estado regadas en libros o revistas”, dice. Para el también periodista, la demanda hacia la crónica se mantiene, aunque la producción siga encabezada por un número reducido de autores.

¿Cómo enfrenta el proceso de escritura?, ¿es algo que simplemente fluye?
No, a mí no me fluye nada. Siempre inicio con una pregunta que termina convirtiéndose en curiosidad u obsesión. La crónica o el proceso de su escritura es el intento de solución a esa pregunta o curiosidad. Es una obsesión casi enfermiza.

¿Eso hace más difícil decidir en qué momento acaba?
Trato de que acabe cuando se publica, ahí procuro cerrarlo. Una de las cosas que más me ha costado en este libro es volver a leerme, algunas crónicas las he vuelto a mirar por encima, pero la curiosidad no acaba. Me pude haber quedado con cada una de estas crónicas varios años más, pero el deadline marca el final, y también de la obsesión. Eso hasta que paso a otra cosa, rápidamente.

¿Podríamos decir que la única manera en que termina una obsesión es comenzando otra?
Sí, puede ser. No lo había visto de esa manera. Pero es posible porque no puedo estar sin un proyecto personal.

¿Qué es lo que más disfruta: la reportería o la escritura en sí?
La reportería, es en ese proceso de investigación donde te vas quedando sin la obsesión, respondiendo a la pregunta, saciando la curiosidad; la escritura requiere de técnica, buscas cómo contar mejor la historia, y para colmo no puedes ir en contra de lo verificable porque es periodismo. La escritura es absolutamente artesanal, de cirujano. No es algo que me fascine, es lo que me toca, sino no cerraría el tema.

¿Por qué?
Y, coincido con otros escritores, a mí no me fluye, a mí me cuesta. Es como una maratón, no disfrutas mientras corres 42 km, estas sufriendo. La escritura es un ejercicio mental pero también físico, uno acaba agotado. Por eso es increíble cuando acabas, uno siente gratificación. Durante el proceso a veces lo disfrutas porque puede que te salga una sonrisa cuando crees que has hecho una buena línea, pero hay días que escribes dos páginas para después borrar tres. Es así. Son momentos.

¿Qué es lo más estricto, la escritura o edición?
Estoy acostumbrado a una edición brutal, donde para sacar lo mejor de ti debes atravesar un proceso doloroso. Julio Villanueva Chang y Leila Guerriero han sido mis editores; con ellos, cuando sientes que has terminado de escribir te das cuenta de que ni siquiera has empezado.

Martín Caparrós decía: “ante la certeza, prefiero la duda”…
Mis crónicas son preguntas que trato de resolver, pero creo que al final solo consigo dejarle al lector más dudas. Y, sin duda alguna, considero que es entretenido. Nunca debe haber certezas.