A 41 años de su fundación, Arquitectónica, una de las firmas de y diseño más importantes a nivel global, ha publicado una nueva monografía a cargo de la famosa editorial italiana Rizzoli. La compañía, fundada por Bernardo Fort Brescia y su esposa Laurinda Spear, presentó la publicación en la última Bienal de Venecia.

El libro reúne en forma cronológica los proyectos representativos (residenciales, comerciales, institucionales, entre otros) que la multinacional ha desarrollado durante su historia en 54 países.

“Arquitectónica no solo hace proyectos grandes ni tampoco se queda en proyectos chicos. Somos multifacéticos”, afirma con orgullo Fort Brescia a través del teléfono desde Miami, su centro de operaciones.

¿Cómo manejar una compañía presente en tantos países? Cuando hicimos el libro eran 54 países, pero hoy ya llegamos a 60. Nos llaman de diferentes lugares, no sé cómo porque es imposible hacer marketing con un radio de acción tan grande. Si tenemos una llamada de un lugar interesante, lo hacemos.

¿Recuerda su primer proyecto? Como todos los arquitectos, comencé con una casa.

¿En el Perú? No, en Estados Unidos. Luego hicimos el primer edificio, uno pequeño, y después no paramos. No se ha podido poner todo en el libro porque son más de 1,800 proyectos construidos. Poco tiempo después aparece el primer proyecto corporativo internacional, el Banco de Crédito en La Molina.

¿Qué significó? Luego del BCP nos llamaron para hacer otros bancos en Seúl, en París, en Sao Paulo. Desde ahí la compañía creció. Hay proyectos seminales que te llevan a un expertise que hasta ahora continúa. La gente a veces no reconoce, pero el BCP está en las mejores revistas del mundo. Igual ha sido nuestra historia en el mundo de la tecnología.

¿Por ejemplo? La sede de Microsoft en París. Y ahora estamos haciendo un campus enorme en Silicon Valley.

Si su centro de operaciones hubiera sido el Perú, ¿la compañía habría crecido igual? No puedo mirar en retroceso. Mi plan era regresar al Perú, pero cuando me gradué, las cosas estaban difíciles allá. Aquí empecé siendo profesor y tenía un pequeño atelier. Luego formé una familia con mi esposa y tuve seis hijos. Cuando uno empieza ya no puede retroceder. La arquitectura no es como una pintura. Un proyecto dura tres o cuatro años. No te puedes ir y abandonar lo que ya está en obra.

Luego la empresa empezó a expandirse… Hemos sido bien aventureros. Abrir una oficina solo porque tienes un proyecto es riesgoso, pero de todas maneras nos lanzamos.

¿Cómo ve la arquitectura en el Perú y la región? Sudamérica tiene cierta tendencia a la exploración e innovación. Hay arquitectos muy buenos y siempre ha sido así. Nos miran como países donde se experimenta.

¿Por qué puede rechazar un proyecto? Los arquitectos tienen mucha dificultad en rechazar proyectos. Lo haría si no puedo ponerle el tiempo necesario para hacerlo bien, si es un proyecto que va contra mis principios o si el cliente me ha escogido por las razones erróneas.

¿Cuáles? Que me elija solo por usar mi nombre y no necesariamente porque cree en las cosas que yo hago.

Bajo su concepción, ¿qué es la arquitectura? Es algo tangible que va a durar, incluso más allá de la vida de uno. Es una profesión altruista, que nadie escoge para hacer negocios, sino por convicción de que puede mejorar la sociedad. No hay mayor satisfacción que esa.

¿Y qué siente al ver un proyecto suyo terminado? Si la gente está feliz significa la maravilla de mi profesión. Además, uno puede ver cómo el edificio entra en edad, cómo el público lo reinterpreta, cómo se adapta a las nuevas épocas y cómo sobrevive al tiempo.

¿La forma o el fondo?, ¿qué es lo protagónico? El contenido es lo más importante de un edificio. Esa es la esencia de la arquitectura. Uno debe ser muy creativo con el contenido y explorar tendencias. Eso define la apariencia del edificio y su estética. El exterior refleja lo que pasa adentro.