Los doce estadios construidos o renovados para la Copa del Mundo de Brasil 2014 luchan por su supervivencia, cuatro años después de disputado el torneo.

Algunas de esas estructuras fueron construidas en ciudades donde no existen equipos de alto nivel y se han convertido en auténticos elefantes blancos.

Además de haber tenido un costo muy mayor al esperado, esos estadios siguen siendo una carga debido a los elevados gastos de mantenimiento. Y cuando las autoridades ya no pueden solventarlos, empiezan a degradarse.

"Actualmente, algunas construcciones que costaron una fortuna ya tienen problemas de filtración de agua, como el de Cuiabá (centro-oeste), donde los trabajos ni siquiera se terminaron", lamentó Paulo Henrique Azevedo, responsable de Gesporte, un grupo de estudio sobre gestión deportiva de la Universidad de Brasilia (UnB).

En una entrevista con la revista Exame, el consultor en gestión deportiva Amir Somoggi afirmó que la mejor solución sería "implosionar los estadios menos rentables, como los de Brasilia, Cuiabá o Manaos".

Exame señaló recientemente que 10 de los 12 estadios son "monumentos a la corrupción", debido a malversaciones de todo tipo durante su construcción.

El mítico Maracaná de Rio de Janeiro, la joya de la corona, tuvo una refacción cargada de polémica e incluso fue abandonado durante meses luego de los Juegos Olímipicos de 2016, debido a un embrollo político-judicial que enfrentó al concesionario con el comité organizador.

Copa América 2019

Un estudio del laboratorio de periodismo de la Universidad brasileña Faap señala que solo el Arena Corinthians, en Sao Paulo, tuvo una asistencia superior al 50% de su capacidad entre el 2015 y 2017.

Incluso tuvo un lleno promedio de 86% en los 19 cotejos del último campeonato brasileño, que ganó el Corinthians, con unos 40,000 espectadores por partido.

Aun así, el estadio es una fuente de problemas para el club, sumido en enormes deudas para financiar su construcción.

Paradójicamente, el Arena da Baixada de Curitiba (sur), del Atlético Paranaense, que sufrió grandes demoras durante su construcción, es uno de los mejor gestionados.

El Beira-Rio de Porto Alegre, en el vecino estado de Rio Grande do Sul, renovado para el Mundial, también tiene un buen desempeño, al ser utilizado regularmente por el Internacional, uno de los mayores clubes del país.

Aunque sufre en comparación con el ultramoderno estadio que Gremio, su gran rival, construyó desde cero, aun sabiendo que no iba a ser utilizado para el Mundial.

La Confederación Sudamericana de Fútbol debe aún decidir cuál de los dos estadios acogerá los cotejos de la Copa América del 2019, que tendrá lugar en Brasil.

En Sao Paulo, los organizadores del torneo también dudan entre el Arena Corinthians, donde se disputó la apertura del Mundial 2014, y el estadio de su gran rival Palmeiras, que no albergó cotejos de la Copa pero es una auténtica joya, donde además se han celebrado varios conciertos.

Albergar espectáculos además de partidos de fútbol es una forma de dar algo de rentabilidad a estos elefantes blancos.

En Brasilia, donde se construyó el más caro de todos los estadios, a un costo de 1,400 millones de reales (casi US$ 600 millones al cambio promedio del 2014), más del doble del presupuesto inicial, las autoridades hablan del "elefante de colores".

Algunos espacios bajo las gradas fueron transformados en oficinas de la administración y allí se realizan todo tipo de eventos, incluso bodas.

Desiertos futbolísticos

Construidos para estimular el turismo en los paraísos naturales del Pantanal y la Amazonía, los estadios de Cuiabá y Manaos se erigieron en "desiertos" futbolísticos, donde son más frecuentes los partidos de football americano.

Otra manera de hacer que ciertos estadios resulten más rentables es disputar en ellos algunos partidos de los principales equipos de Rio, pero se realizan muy esporádicamente como para asegurar un ingreso sostenible.

En el empobrecido nordeste hay pasión futbolera, pero la asistencia a los estadios de Salvador, Recife, Natal y Fortaleza depende mucho de los resultados de los equipos de esa región, que oscilan entre la primera y la segunda división.

El Mineirao de Belo Horizonte, maldito por ser el escenario donde Brasil cayó 7-1 ante Alemania en las semifinales del Mundial de 2014, solo alberga los cotejos del Cruzeiro, uno de los dos grandes clubes locales. El Atlético Mineiro prefiere el estadio Independencia, más pequeño y más rentable.

Pero la empresa que gestiona el Mineirao buscó una forma original de conjurar el fatídico legado de aquel partido, al asociarse con instituciones alemanas para subastar trozos de las redes de los arcos de aquel partido, para obras de beneficencia.