La Habana (AFP).- Frente a los edificios en ruinas del centro de La Habana, una escena típica: jugadores de dominó sentados en la acera bajo la mirada de residentes asomados a sus balcones, apenas perturbados por el ruido de los motores de los clásicos estadounidense de los años 50 y de los Ladas de la época soviética.

Esta visión indolente y anticuada de la vida cubana, que termina atrapando a los turistas, es asociada con frecuencia al sistema comunista, en una isla donde "hacer colas" devino un arte de vida y la burocracia una fatalidad.

Y es que en la de pareciera que el reloj se detuvo en los años 60. Las reformas emprendidas hace una década lograron cambiar el paisaje cubano, pero sin imponer un nuevo ritmo a la isla.

"No hay horario, no hay rituales, no hay que llegar nunca a ninguna parte con urgencia. No hay tráfico y los problemas de transporte nos han hecho oficialmente impuntuales", señala la escritora cubana Wendy Guerra.

En su novela "Todos se van", la heroína termina congelada en el Malecón, la famosa costanera habanera, "en la inmovilidad de Cuba".

"El subconsciente de todo cubano es un salón de espera, nos han enseñado a esperar y no nos dimos cuenta", comenta Alejandro Campins, un pintor que ha hecho del letargo cubano uno de sus temas favoritos.

Hacer colas "es parte de la idiosincrasia. Aquí para todo es un problema acceder con facilidad a ciertas cuestiones: un servicio, la alimentación", confirma Daniel Ríos, un agente portuario de 36 años, que hacía una larga fila en el centro de La Habana.

El tiempo se aceleraEste sentimiento de letargo y el ambiente anticuado son fuente de inspiración para escritores, pintores y otros artistas locales.

"Venir a Cuba es un viaje al pasado. El tiempo aquí no corre", explica Dagoberto Rodríguez, del famoso colectivo Los Carpinteros, que viven y trabajan entre La Habana y Madrid.

En 2012, estos artistas hicieron una performance que dio que hablar: pusieron a un grupo de danza a bailar de espaldas en una céntrica avenida habanera, simbolizando el viaje permanente al pasado de los cubanos.

Pero para una parte de los cubanos, las cosas comenzaron a evolucionar tras la llegada de Raúl Castro a la presidencia en 2008.

Bajo su gobierno, Cuba emprendió una transformación: cada día llegan más turistas, las zonas wifi florecen y los restaurantes y hoteles privados, antes prohibidos, ahora saltan a la vista.

"El tiempo se ha acelerado en Cuba como resultado de la reforma económica", sostiene Arturo López-Levy, profesor de la Universidad de Texas Rio Grande Valley, que también advierte sobre "una mejor interacción con el resto del mundo gracias a los avances tecnológicos".

Pequeños negocios privados, viajes, compra-venta de casas y autos: las reformas permitieron una ligera emancipación que, conjugada con un espectacular deshielo diplomático con Estados Unidos, logró modificar la percepción de Cuba en el exterior.

En otra dimensiónActualmente, algunos consideran que el país se "abrió". Pero, aunque los jóvenes cubanos se sienten cada vez más atraídos por la zonas wifi, muchos juzgan los avances alcanzados como superficiales.

"El tiempo puede estar moviéndose rápidamente según los estándares cubanos, pero no para los estándares del resto del mundo", opina Michael Shifter, presidente de Diálogo Interamericano.

"Para la mayoría de los cubanos, la vida sigue igual", apunta.

De hecho, casi seis décadas después del triunfo de la revolución, un Castro sigue en el poder, la oposición amordazada, el embargo estadounidense en vigor y la economía de la isla, que el Estado controla en un 80%, no logra los niveles de inversión extranjera necesarios.

"Es muy difícil de entender para las corporaciones extranjeras porque aquí el tiempo es mucho más largo que lo que suele ser. Un contrato que en un país lleva tres meses, seis meses, aquí se puede demorar un año, dos años", declaró a la AFP Charles Ferrer, representante en Cuba del grupo finlandés Nokia.

El economista cubano Pavel Vidal, de la Universidad Javeriana de Colombia, lamenta que Cuba esté "en una dimensión de tiempo diferente", y también le preocupa que las reformas no se han realizado "con la velocidad y el alcance previstos".

Raúl Castro lo ha dejado claro: las reformas se implementarán "sin prisa pero sin pausa". El general de 85 años se comprometió a dejar el poder en febrero próximo. Quizá para entonces le habrá faltado tiempo para completar los cambios.

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