caso Festina
caso Festina

Veinte años después, el caso Festina, que sacudió el y el ciclismo en 1998, aparece en la historia del deporte como el desencadenante del nacimiento del sistema antidopaje moderno (creación de la Agencia Mundial Antidopaje en 1999).

"Fue la penosa historia de los hábitos de una época, dominados por un reprochable sentimiento de impunidad y por un comportamiento de arrogancia en la que la moral del deporte terminó por imponerse, pero no sin la participación de la ley", explica el antiguo director del Tour, Jean-Marie Leblanc, en el libro de la AFP dedicado a las 100 primeras ediciones de la mítica carrera (El Tour, 100 imágenes, 100 historias, ediciones Denoël).

Era la época de la EPO indetectable, del dopaje sanguíneo que se generalizó en los años precedentes, con autoridades perplejas y preocupadas con un sentimiento de impotencia. La época de la 'Virenquemanía', en alusión al corredor sobre el que pesaban las esperanzas francesas de ver a uno de los suyos ganando el Tour.

La época de un ciclismo extravitaminado, muy medicalizado, que se extenderá aún durante los años de dominio opresor de Lance Armstrong.

"Cólera y lágrimas" en un bar de carretera

Todo comenzó el 8 de julio de 1998 con la detención en la frontera entre Bélgica y de un coche del Festina. En el vehículo, conducido por Willy Voet, uno de los masajistas del poderoso Festina, los oficiales de aduanas descubren un stock de productos dopantes. Dos días después, se abre un procedimiento judicial, a cargo del juez Patrick Keil.

El 11 de julio, víspera de la final del Mundial ganada en casa por Francia, el Tour arranca desde Dublín en medio de sospechas y tensión.

Un día después de pisar el Tour suelo francés, Willy Voet admite el 14 de julio haber actuado cumpliendo órdenes. El 15 de julio, en la noche de la etapa de Cholet, el director deportivo Bruno Roussel es detenido a la vez que el doctor Rijkaert. Dos días después, el abogado de Bruno Roussel anuncia que su cliente reconoce un dopaje organizado bajo supervisión médica, para mejorar las actuaciones.

La víspera de la contrarreloj de Corrèze, Jean-Marie Leblanc excluye al equipo Festina al completo. Su líder, Richard Virenque, y sus ocho compañeros (Brochard, Dufaux, Hervé, A. Meier, Moreau, Rous, Stephens, Zülle) no aceptan irse hasta un día después, tras reunirse con Jean-Marie Leblanc en un pequeño café en medio del campo, Chez Gillou.

"Algo de cólera, unas lágrimas, una incomprensión un poco fingida; pero un alivio en el seno de la caravana después del anuncio de nuestra decisión", recuerda Leblanc. Pero con eso no se cerró el caso.

"Ruindades humanas"

"El acoso al dopaje y a los dopados llevado a cabo por los medios y por la policía se mantuvo los días siguientes. El pelotón, por dos veces, mostrará su deseo de detenerse antes de aceptar 'in extremis' seguir rumbo a París, donde el italiano Marco Pantani se proclamará vencedor. Dopaje y también delación, ajustes de cuentas, traición, en resumen todas las ruindades humanas", lanza Jean-Marie Leblanc.

El caso Festina no vivirá su epílogo judicial hasta el año 2000. Virenque fue el único corredor acusado que reconoció el dopaje -sería sancionado por las autoridades deportivas- ante el tribunal de Lille después de negarlo repetidamente durante la instrucción. Roussel y Voet fueron condenados a prisión condicional.

El balance final fue positivo, más allá de la sacudida que sufrió el ciclismo a finales del siglo XX. La reglamentación cambió para actuar ante las diferentes situaciones susceptibles de recurrir a productos dopantes.

"Aligeramos el reglamento del Tour de Francia, se limitó el recorrido a 3,500 kilómetros, con una media de 180 kilómetros al día", indica Leblanc. "Y además, desembocó en la creación de la AMA (Agencia Mundial Antidopaje), una especie de ONU sobre el asunto para responder a reglas uniformes y válidas para todos los deportes.

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