¿Una hamburguesa de soja puede considerarse "carne" y ser vendida en una carnicería? ¿Y los filetes surgidos de células de animales? Los partidarios de las innovaciones culinarias así lo creen, enfrentándose a los ganaderos estadounidenses.

El nombre de un alimento responde a dos cuestiones: la composición expresada en el embalaje y su función en el plato, dice Jessica Almy de The Good Food Institute, una asociación que fomenta alternativas a la carne convencional.

Una hamburguesa, dice por ejemplo, es un alimento puesto entre dos pedazos redondos de pan al cual se le pueden agregar mostaza y ketchup, y poco importa la naturaleza u origen del producto.

En cuanto a productos hechos a partir de células animales, se trata lisa y llanamente de carne y no podrían denominarse de otra manera, sostiene Almy.

Eso es falso, braman los criadores de ganado. La palabra "carne" es reservada para la parte muscular de un animal nacido, criado y abatido en forma tradicional, afirman.

La asociación de criadores de bovinos de (USCA) formalizó un planteo con ese argumento en una petición de opiniones abierta por el departamento de Agricultura.

Los ganaderos no quieren padecer lo mismo que los productores lecheros, los cuales asisten impotentes al auge de las bebidas vegetales. Ya en los supermercados, junto a la leche de vaca, las ventas de leche de soja, almendra o avena representan casi el 10% del total de esa categoría de productos.

¿Quién debe reglamentar?
"Empezamos a ver llegar a las estanterías de carne de los supermercados productos cuyo embalaje y presentación pueden hacer creer a los consumidores que se trata de una versión más sana de la carne tradicional o incluso de carne pura y simple", sentencia Lia Biondo de USCA. "Buscamos anticiparnos", advierte.

Por el momento, los productos alternativos a la carne no representan más que una ínfima parte de los cárnicos vendidos en . Sin embargo, su popularidad es creciente y no solamente entre los vegetarianos.

Varias "start up" (empresas emergentes) está proponiendo productos cuyo gusto, textura y aroma se asemejan a los de la carne. Y pronto pueden llegar alimentos hechos a partir de células de animales. Estos aún no están siendo comercializados, pero podrían llegar a los consumidores en los próximos cinco años.

No todas las asociaciones de productores respaldan plenamente la posición de USCA.

La American Farm Federation, uno de los dos mayores sindicatos agrícolas, apoya los principios que defiende USCA pero discrepa con el método.

"Si esos productos ya no son considerados carne, entonces podrían escapar de las reglamentaciones del departamento de Agricultura" y pasarían a ser regidos por la FDA, la agencia federal encargada de la seguridad alimentaria, dice Dale More, responsable de políticas públicas de Farm.

La asociación estadounidense de criadores de bovinos, que cuenta entre sus miembros a gigantes del sector agroalimentario, se opone a la petición de USCA. Considera que la carne oriunda de laboratorios es un producto cárnico.

La confusión impera sobre la forma de reglamentar esos alimentos.

"Quienes compran ese tipo de productos son consumidores informados", dice Chris Kerr, responsable de un fondo de inversión especializado en alimentos innovadores.

Que productos hasta ahora confinados a tiendas especializadas sean comercializados en supermercados no hace más que responder a la evolución de la sociedad, afirma Kerr.

"Una parte de la población está cambiando sus hábitos. Los millenials en particular se están tornando cada vez más 'flexitarios'"; un término que refiere a los vegetarianos que ocasionalmente comen carne, remarca.

"La industria agroalimentaria se daría un tiro en el pie si da pelea, porque ella misma terminará en eso. Los agricultores, en cambio, no tienen mucho para ganar y es lógico que se opongan", añade.