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César Antúnez de Mayolo
Profesor de  Postgrado de UP

Usted tiene un cargo directivo y varias unidades de negocio bajo su cargo, por lo cual tiene asignado un presupuesto anual de capacitación para poder financiar entrenamiento “in-house” y también externo. Tales como seminarios y programas de perfeccionamiento profesional o directivo.

Sin embargo, los pedidos de sus reportes directos para que el personal de sus respectivas áreas reciba entrenamiento fuera de la empresa suelen rebasar por largo lo que la empresa puede pagar, por lo que la decisión de qué cursos pagar y a quiénes se toma en cuenta según los costos de los cursos, el rendimiento del colaborador y la importancia de los contenidos para la empresa.

A pesar de todo, siempre terminan muchos colaboradores insatisfechos por no haber sido “favorecidos” y la empresa no siempre encuentra un verdadero “pay-back” por la inversión realizada, más allá de un buen impacto en el ego de los colaboradores que asisten y quizás algún refuerzo en sus currículos.

Por más que las universidades y otras entidades que ofrecen capacitaciones aseguren que se trata de una inversión, no se ve como tal en la empresa. Incluso, cuando nos piden asistir a seminarios de uno o dos días donde se podrá escuchar alguna best-practice relatada por un alto ejecutivo o consultor, los cuales no son baratos, muchos de ellos se convierten prácticamente en reuniones gremiales o en encuentros entre clientes y proveedores.

¿Cómo escoger qué gente debería asistir y por qué, sin parecer injustos ni gastar en exceso? ¿La capacitación pagada por la empresa es más un premio que una herramienta para mejorar destrezas o capacidades? ¿Se trata de un gasto o una inversión? ¿Y los resultados?

El real motivador
Resulta natural que busquemos mejorar nuestras destrezas, desarrollar otras nuevas y ser más competitivos, lo que es una necesidad y tiene que ver con nuestro instinto de supervivencia.

A nivel neuronal, la sola expectativa por algo nuevo libera una recompensa química en nuestro cerebro en la forma de un compuesto llamado dopamina, lo que nos motiva sobremanera.

¿Training ROI?
La mayoría de empresas no encuentra un pay-back objetivo en el entrenamiento y siempre queda la incertidumbre sobre si tendrá el colaborador el nivel para poder aplicar lo aprendido y generar algún cambio concreto en la calidad de su trabajo.

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A futuro
Hay muchísima oferta de entidades educativas, expertos y programas, y gracias al ciberespacio, es ahora mucho más fácil poder indagar al respecto.

No obstante, es muy fácil que no le hagamos seguimiento a lo que sucede en la empresa luego de que un colaborador asiste a un programa que se suponía valía la pena. Es indispensable saber en quiénes invertimos, por qué y para qué.

Un buen programa de formación o entrenamiento debería de ser entretenido, entendible, de aplicación práctica y, en última instancia, generar resultados en la empresa.