Redacción Gestión

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Zúrich (AFP).- , gran cita internacional de la relojería y la joyería, abre sus puertas esta semana con un ánimo sombrío, por las preocupaciones sobre el mercado de Hong Kong, las inquietudes sobre el turismo en Europa tras los atentados y el temor por la competencia de los relojes conectados.

El salón de la relojería y de la joyería, que se celebra todos los años en Basilea, en Suiza, es una cita obligada para el , que congrega todos los años a minoristas que buscan las últimas novedades.

Se espera que 150,000 visitantes lleguen al evento que abrirá sus puertas el jueves y que reunirá a los pesos pesados del sector de la relojería como Patek Philippe, Rolex u Omega y también a prestigiosos joyeros como Graff o Harry Winston.

Pese a que el salón intentará mantener el espíritu festivo de otros años con bandas de jazz y visitas de estrellas del mundo de la moda y del cine, sobre el ambiente pesará un ánimo más sombrío.

"El ánimo va a ser muy débil", predijo Jon Cox, experto de Kepler Cheuvreux, durante una entrevista a la AFP.

El año pasado, las exportaciones de relojes suizos cayeron 3.3%, a 21,500 millones de francos suizos (19,600 millones de euros, 21,700 millones de dólares), según estadísticas de la Federación de Relojeros.

Estas cifras muestran que el sector experimentó el primer retroceso desde el 2009.

Después de años de crecimiento insolente, resistiendo pese a la crisis, los vientos comenzaron a cambiar en el 2013, con la introducción de medidas contra la corrupción en China, que golpearon duramente al sector.

Un año después la Revolución de los Paraguas desalentó a los turistas chinos que viajaban a Hong Kong, el mayor mercado de exportación para los relojeros suizos.

Si bien algunas compras fueron captadas por los mercados europeos, los atentados de noviembre en París levantaron el temor de que caiga la presencia de turistas asiáticos en el Viejo Continente.

En un contexto más difícil, Jon Cox espera que los relojeros suizos lancen nuevos modelos de alta gama en Baselworld, "más relojes de acero y menos 'bling-bling' (dorados y brillantes)".

Pese a que durante el periodo de euforia los precios no dejaron de crecer, los relojeros van a tener que sacar líneas más accesibles al gran público, especialmente para poder captar a "la generación joven que mira el teléfono móvil", en un momento en que los gigantes de la tecnología desembarcaron en el sector.

Tag Heuer fue uno de los primeros relojeros suizos en lanzar un reloj conectado y ahora anunció que presentará un cronógrafo automático con tourbillon por menos de 15,000 francos suizos (13,677 euros).

Incluyendo esta complicación de fabricación, habitualmente cara, la marca busca crear un producto de "lujo accesible".

Según un estudio de la consultora estadounidense Strategy Analytics, las entregas de relojes conectados subieron a 8.1 millones en el último trimestre de 2015, un alza interanual de 316%, mientras que el mercado de los relojes tradicionales se contrajo 5% a 7.9 millones de unidades.

Apple, el gigante californiano, también hincó el diente a este pastel, copando un 63% de la cuota de mercado.

Para Jean-Daniel Pasche, presidente de la Federación de Relojeros Suizos, estas cifras deben ser puestas en perspectiva, ya que los dos productos pueden coexistir.

Si bien la mayor parte de la producción mundial se fabrica en Asia y los relojes suizos representan entre 2 y 3% del total, en términos de valor suman más del 50% del mercado, ya que están especializados en la gama alta.

"Los relojes conectados y los tradicionales pueden coexistir. No van a erradicar la relojería suiza", defendió.

Muchas casas suizas han comenzado a integrar la tecnología en sus colecciones, señaló, ya que "depende de cada uno decidir si este mercado es para ellos o no".

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