Dinamismo. Hoy el mercado del arte mueve cerca de US$ 45,000 millones en el mundo. De hecho, este se ha mostrado singularmente activo durante el año pasado: no solo recuperó precios que no se veían desde el 2014, sino que también registró un nuevo récord (la casa de subastas Christie’s vendió por US$ 450 millones una pintura atribuida a Leonardo da Vinci, Salvator Mundi).

Y, pese a los nuevos hitos que se registran prácticamente cada año suponen –solo hasta cierto punto- una constante, muchos aún se cuestionan si invertir en arte es realmente conveniente.

Pautas para un buen inicio
Para Armando Andrade, presidente del Comité de Subastas del MALI, antes de lanzarse de lleno en la inversión en arte, la clave está en “profundizar en el conocimiento, aunque deba comenzarse por aquello que genere un disfrute personal”.

Según detalla, se trata de un proceso extenso debido a que las preferencias cambian con el transcurso de los años; sin embargo, ante una amplia gama de coleccionismo que va desde precolombino hasta contemporáneo un neófito “debe optar por un área específica de todo ese acervo histórico, sin que ello implique que no pueda extender su mirada en el tiempo”.

La art dealer Marissi Campos sugiere que un comienzo puede darse a partir del arte contemporáneo.

Dentro de este aspecto, los grabados son un buen inicio: los montos van desde US$ 100, en promedio.

Asimismo, se debe tener en cuenta que las condiciones externas influyen, pues una exposición de amplias dimensiones sobre, por ejemplo, pintura cusqueña propiciaría que las obras correspondientes cobren mayor presencia y, con ello, se ampliaría el margen para el incremento de su valor.

Posicionamiento de los autores
La vigencia del artista también es fundamental para que el valor de una obra aumente en el tiempo.

Para Campos, para invertir en un artista joven no solo deberá considerarse la madurez de su lenguaje sino también su reconocimiento en el mercado a través de su presencia en galerías, ferias o muestras.

“Si el joven talento tiene visibilidad, el precio de sus obras puede incrementarse entre 5% y 10% anual, a diferencia de uno que no produce mucho”.

Andrade prefiere no establecer promedios, mucho menos de manera anual. “La obra de un artista joven puede subir de un año a otro 200% hasta 400%, así como también puede desaparecer si es que no está en sintonía con el mercado”.

El vocero del MALI sostiene que aunque un artista joven puede tener mucho más margen hacia arriba, supone además una apuesta a más largo plazo que uno consolidado.

Son los artistas de trayectoria quienes brindan más prestigio a una colección, según Campos. “Estos no suelen bajar sus precios, porque ya tienen una posición y sus obras se venden con más confianza”.

De su lado, Andrade no cree que estos artistas hayan llegado a una suerte de tope en términos de precio pues afirma que el mercado se ha encargado de mostrar lo contrario. En esa línea, cita el caso del peruano Fernando Bryce cuyas series de obras costaron en sus inicios US$ 2,400, pero ahora es varias veces ese monto.

El valor del adiós
El valor de la obra de los artistas fallecidos, coinciden los consultados, sí suele verse incrementado. Sucedió con la pintora peruana Tilsa Tsuchiya cuyos precios se duplicaron recientemente, dice Campos.

Andrade hace alusión al caso de Joaquín Torres García. “En estos últimos 25 años, sus piezas pasaron de costar US$ 20,000 para situarse en US$ 1 millón. Quizá lo mismo suceda con Fernando de Szyszlo”.