Antoine Grassin, embajador de Francia en el Perú. (Foto: Diana Chávez)
Antoine Grassin, embajador de Francia en el Perú. (Foto: Diana Chávez)

Durante una pasantía en una escuela de administración pública de África, Antoine Grassin, actual embajador de Francia en el Perú, se dio cuenta que la carrera diplomática era su pasión.

“Me gusta encontrarme con distintas culturas, modos de pensar y la complejidad de las relaciones internacionales”, declara Grassin.

Básicamente, “en este tipo de trabajo se pueden hacer cosas útiles”, enfatiza.

¿Qué es lo más entretenido de su trabajo?
Descubrir gente de todo tipo: políticos, profesores, agricultores o empresarios.

¿Tiene diferentes estrategias para acercarse a ellos?
Siempre hay que partir de sus preocupaciones. Trato de que me expliquen sus prioridades y problemas. La estrategia es escuchar, ver si puedo compartir alguna experiencia que sea útil para entrar en una discusión concreta.

¿Cree que los políticos se esconden detrás de una fachada?
Todos tenemos intereses. Con la experiencia se van descifrando nuestros comportamientos. Se deja ver si hay contenido detrás de la fachada. La sinceridad en la política es un concepto que no es fácil definir.

¿Se considera una persona empática?
Trato de serlo. No sé si deba confesar esto. Depende de la persona con la cual me sienta realmente muy en sintonía. Usualmente, trato de acercarme y escuchar.

¿Ser extranjero le ha permitido o impedido acercarse a las demás personas?
No diría que ayuda ni impide necesariamente. Algunos creen que por ser extranjeros no podemos entender qué hacen. Por el idioma o por las referencias culturales distintas también es difícil.

¿Qué valor principal requiere su trabajo?
Requiere mucho rigor. No podemos equivocarnos porque de nuestro trabajo dependen decisiones de otro nivel. Tenemos que ser siempre muy rigurosos al hacer análisis y propuestas.

¿Qué otra característica ostenta un embajador?
Creo que hay que ser curioso, no satisfacerse con una separata, buscar información.

¿Cuál es el reto más complejo desde su posición?
La mayor dificultad y lo más interesante es definir cuál será el perfil del país dentro de cinco o diez años. Eso supone utilizar análisis de sociología e historia. Me interesa ver cuáles son las proyecciones del país en el futuro. Es estimulante.

¿Cuál ha sido la crítica más dura que ha recibido?
No son tantas las críticas. Y no siempre se critica por los errores, a veces es porque la actuación de uno no corresponde a los intereses de otros. Veo que hay errores cuando las cosas no salen como las había imaginado.

¿Podría mencionar alguno?
Antes de venir al Perú, tuve un cargo un poco complicado por tres años en una entidad estatal con 250 personas. Hubo discusiones con los sindicatos y era algo en lo que yo no tenía mucha experiencia. Me apoyé en personas que no fueron muy útiles, por el contrario, fueron un inconveniente. Hacía declaraciones que ponían a la gente de mal humor.

¿Desea escribir un libro?
(Ríe) Se me ha ocurrido, pero todavía no he empezado. En mi anterior puesto como embajador en Bolivia escribía cartas a amigos. Eran textos de tres o cuatro páginas para transmitir impresiones. No sé si lo haré, tampoco creo que sea imposible.

¿Y plantar un árbol?
Lo quise hacer cuando nacieron mis hijos, pero era la casa de mis padres. Cuando era más joven también pensé en viajar en velero solo o con mi esposa. No es demasiado tarde. Tengo 60 años.

En corto

Sueño. Antoine Grassin comenta que, si tuviera una varita mágica, le daría a Lima más transporte público, buses eléctricos y ciclovías. Esto es “una ciudad con un transporte más fácil, menos ruidosa y contaminante”. Sin embargo, añade que “vivir la diversidad del Perú es un reto y creo que no existe varita mágica para esto”.

Nombre: Antoine Grassin.
Cargo: Embajador de Francia en el Perú.
Educación: Escuela Nacional de Administración. Diplomado del Instituto de Estudios Políticos de París y de la Escuela de Estudios Superiores de Comercio.