La humanidad avanza en lo relativo a retrasar la muerte. La expectativa de vida supera en promedio los 71 años, cinco más que en el 2000. Lo que aún no hemos logrado es cómo vencer uno de los peores flagelos del envejecimiento: la enfermedad de Alzheimer.

La enfermedad de contracción progresiva del cerebro se ha convertido en uno de los mayores desafíos de salud pública del planeta. Más de un siglo después de que se observaran por primera vez al microscopio los elocuentes indicios de la enfermedad, son pocos los medicamentos que tratan los síntomas del mal, y ninguno desacelera ni revierte su avance.

Los investigadores estiman que en el mundo hay 46.8 millones de personas que padecen demencia, y el mal de Alzheimer es la causa en el 80% de los casos. Se pronostica que la cifra prácticamente se duplicará cada 20 años en ausencia de avances médicos en lo que respecta a prevención o cura.

El costo de la atención de la demencia, que se estima fue de alrededor de US$ 818,000 millones en el 2015, representa el 1.09% del Producto Bruto Interno (PBI) global.

La situaciónLas compañías farmacéuticas que trabajan para combatir la enfermedad apuntan desde hace mucho tiempo a la proteína amiloide, que se acumula en el cerebro de quienes padecen Alzheimer. Los investigadores no saben si la proteína amiloide desencadena el Alzheimer o si hace un aporte menor a la enfermedad.

Múltiples pruebas de medicamentos que apuntan a la proteína han resultado decepcionantes, lo que ha llevado a las compañías a tratar de probarlas en pacientes con formas muy leves de Alzheimer. Mientras tanto, crece el interés en nuevos abordajes, en especial los que se concentran en una proteína aberrante llamada tau.

A medida que la enfermedad avanza, la proteína tau se extiende por el cerebro y se acumula en nudos que estrangulan las células cerebrales. Entre las compañías que prueban estrategias relacionadas con la proteína tau se cuentan Eli Lilly, Johnson & Johnson, Biogen, AbbVie y TauRx Pharmaceuticals.

La historiaEl psiquiatra alemán Alois Alzheimer fue el primero que estableció (en 1906) una relación entre la demencia y el depósito anormal de proteína en el tejido cerebral.

La investigación sobre los síntomas, las causas, los factores de riesgo y el tratamiento de la enfermedad que luego se bautizó con su nombre se ha llevado a cabo en su mayor parte en los últimos 30 años, pero sin conocerse con precisión su química.

Hasta hace poco, la única forma en que los médicos podían comprobar si determinados pacientes padecían la enfermedad de Alzheimer era estudiar su tejido cerebral al microscopio para detectar depósitos de amiloide. El examen no tenía mayor utilidad porque el paciente ya estaba muerto.

En 2012 se logró un gran avance cuando la Administración de Alimentos y Medicinas de los Estados Unidos (FDA por la sigla en inglés) aprobó una tintura utilizada en los estudios por imágenes para detectar las placas. Por primera vez se podía hacer un diagnóstico confiable de pacientes vivos.

Los estudios también permitieron a los médicos seguir el crecimiento de la placa junto con el avance de la demencia, así como observar que las placas emergen décadas antes de la aparición de los síntomas.

Más importante aún es que los estudios por imágenes permitieron que quienes padecían otras formas de demencia quedaran excluidos de las pruebas clínicas, lo que generó resultados más confiables, y que pudieran usarse las placas para medir la eficacia de los medicamentos.

Retos económicos y culturalesLa ciencia se mueve a su propio ritmo. Los enfermos no pueden esperar.

Al no existir una cura, más de 20 gobiernos nacionales han establecido una serie de planes oficiales de lucha contra la demencia que incluyen el compromiso de asignar más fondos a la investigación, la construcción de centros residenciales de atención, generar mayor conciencia respecto de medidas paliativas y elaborar pautas éticas para el cuidado de los pacientes. Francia fue el primer país en Europa, en el 2001.

Estados Unidos dieron a conocer su versión en 2012. Quienes impulsan la lucha contra el mal de Alzheimer compiten por recursos con grupos que representan a las cardiopatías, el cáncer y otras enfermedades mortíferas.

Los desafíos económicos se superponen con los retos culturales. China establece que los hijos deben cuidar a los padres ancianos para proteger los valores confucianos.

En Japón se teme que la presión sobre el sistema de bienestar social entre en conflicto con la obligación de cuidad a los ancianos. Un juicio en Iowa por violación contra el esposo de una mujer que padecía Alzheimer planteó inquietantes preguntas en relación con el consentimiento sexual.

Estudios que dan cuenta de una mejora de la conducta a partir de tratamientos con cúrcuma y té verde irritan a quienes se muestran escépticos de las panaceas alimentarias.

El estigma es un problema. El cantante de música country Glen Campbell dijo que era la causa por la cual había hecho pública su propia lucha contra la enfermedad de Alzheimer. Julianne Moore encarnó a una atractiva y relativamente joven enferma de Alzheimer en la película "Siempre Alice", por la que ganó un Oscar.