Lady Gaga
Lady Gaga

Una ley diseñada para proteger a los artistas y sancionar a los gigantes tecnológicos podría no lograr ninguno de los dos objetivos.

La industria de la música evitó por poco la extinción cerca del cambio de milenio, cuando los archivos en línea y las transmisiones de alta velocidad hicieron que todo, desde The Beatles al metal, fuera gratis (aunque de manera ilegal). La respuesta de la industria, en forma de licencias con compañías como Spotify Technology SA y Youtube, de Alphabet Inc., ha sido como un resorte para los ejecutivos de las disqueras, y las ganancias están creciendo nuevamente.

Ahora, la esperanza para estrellas como Paul McCartney y Lady Gaga es que una reforma a las leyes de derechos de autor en Europa les ayude a luchar contra las poderosas plataformas tecnológicas, de modo que puedan pedir más dinero por sus canciones. Se trata de una apuesta que les puede salir mal.

Uno de los fragmentos con más cabildeo en la reforma a la ley de derechos de autor de la UE –que el Parlamento Europeo votará en marzo o abril– es el "Artículo 13", el cual propone obligar a las compañías como Google y Facebook Inc. a responsabilizarse de evitar que se suba a sus plataformas material protegido por derechos de autor sin la debida licencia.

El régimen actual pone la responsabilidad sobre los usuarios y permite a los servicios como YouTube manejar las infracciones a los derechos de autor como prefieran. Aunque Google usa herramientas especiales para señalar ejemplos de contenidos cargados sin licencia, por lo general no los retira unilateralmente y no tiene ninguna responsabilidad legal.

Sin embargo, el verdadero atractivo de la nueva propuesta para los artistas como Paul McCartney –quien ha pasado décadas luchando por el control de los derechos sobre su música– es un posible fortalecimiento a su poder de negociación con YouTube y otros de su tipo respecto a la monetización del contenido.

Durante la mayor parte de una década, la industria de la música ha llegado a acuerdos con novedades tecnológicas como Spotify para permitir la transmisión y la descarga legales a cambio de dinero. El problema para los artistas que piden el Artículo 13 es que sienten que no reciben lo suficiente; por eso Taylor Swift retiró su música de Spotify en un momento.

Y eso que Spotify es relativamente generoso. La asociación para la industria de la música IFPI calculó el año pasado que aunque pagó aproximadamente US$ 20 dólares por usuario en regalías, YouTube pagó menos de US$ 1. Si la nueva ley de derechos de autor incluyera medidas punitivas o legales cuando YouTube no hiciera el debido seguimiento, eso probablemente fortalecería a los artistas en su batalla por los porcentajes o por los pagos de contenidos.

No obstante, aunque parece un cambio muy directo, la realidad es más complicada. Un esquema del texto final de la ley de la UE explica que las plataformas tecnológicas aún podrían evitar la responsabilidad si pueden probar que han hecho su "mejor esfuerzo" por obtener las licencias, su "mejor esfuerzo" por eliminar el contenido no autorizado y su "mejor esfuerzo" por evitar que vuelva a ser cargado. Podemos esperar que los abogados y los jueces pongan a prueba la verdadera definición de esfuerzo.

Y si los gigantes tecnológicos responden con más filtraciones al contenido musical, podrían terminar con aún más poder sobre lo que ofrecen a los usuarios.

Las excepciones diseñadas para favorecer a las pequeñas empresas y los emprendimientos también parecen un poco asimétricas, ya que ofrecen un régimen más ligero para los proveedores de servicios en línea de menos de tres años, con menos de 10 millones de euros (US$ 11.3 millones) en ventas y menos de 5 millones de usuarios al mes. Eso crea un posible vacío jurídico para los pequeños emprendimientos que no quieran seguir las reglas.

Aunque hay muchas buenas razones para fortalecer la legislación de derechos de autor en la UE, la pelea está lejos de ser ganada.

Por Lionel Laurent