(Foto: Marco Ramon)
(Foto: Marco Ramon)

Cuando hace cerca de cuatro años se desató un conflicto -ahora ya resuelto- dentro una institución universitaria y la Iglesia por los títulos "pontificia" y "católica", Abelardo Sánchez-León era miembro de Asamblea de aquella casa de estudios y "un testigo privilegiado".  

"Sin darme cuenta, el tema empezó a comprometerme, y también en el lado humano", narra en referencia a la caída de Marcial Rubio, autoridad universitaria de aquel entonces y su amigo cercano.

Ese es el trasfondo de “Soldado de Dios”, nuevo título en que el autor hace alusión a su cercanía con Marcial Rubio, para ofrecer así una profunda meditación sobre la muerte, los vínculos de amistad y la tensa relación entre la razón y la fe.

¿Para escribir sobre fe, es necesario guardar cierta distancia?

Mi formación laica me daba cierta distancia para entender un conflicto en el cual el entonces rector era y es un religioso practicante, con lo que el desgarramiento puede ser mayor. Y el libro observa a un personaje que se ve enfrentado contra un ambiente del cual forma parte.

¿Cree en Dios?

(Ríe) Todo escritor tiene un vínculo religioso con el misterio. La creación artística y literaria no se basa en todo lo racional. Te vuelves una persona que cree en algo más, algo misterioso, que está en las sombras.

¿Sus producciones suelen derivar de un camino azaroso?

Hay temas que son cercanos, afines, la vida de Marcial Rubio es intensa, dramática y por eso literaria. No hay que confiar mucho en los escritores: siempre se cogen de un tema que tiene, digamos, algún aspecto literario, también hay algo de racionalidad. 

¿Un poeta aspira a trascender a través de su obra?

Imagino que sí, pero no depende de él. Hay escritores con un solo libro, como Oquendo de Amat, que sigue en las antologías; Luis Hernández acabó siendo uno de los poetas del 60 más leídos. Otros creyeron que fueron importantes y no fue así. Todo lo deciden los lectores. Hay que ser más humildes. Al final, uno se va con sus huesos y con su obra.

¿Cuáles suelen ser sus referentes?

Me he vuelto un lector a veces utilitario, veo qué poeta me puede servir si quiero escribir de alguna manera. Mi nuevo libro es un híbrido, no es novela, ni poemario, tampoco prosa poética, pero ese es su encanto, es una búsqueda formal distinta. Leí a poetas que podían ser necesarios.

De momento, ¿alista nuevos proyectos o va a cesar un tiempo?

No se puede descansar ya, estamos con las horas contadas (ríe). Sigo escribiendo poesía a mi ritmo, voy a esperar que esté cuajado, quizá escriba dos libros de poemas, y después unas memorias. Todos tienen que irse con unas como Szyszlo, y hacerlo además lúcido.

¿Se ha planteado alguna vez abandonar el ejercicio literario?

Tener proyectos es parte de salud mental y tenerlos a mi edad es una suerte. Uno se jubila cuando ya no tiene un proyecto, cuando todo se acabó, y lo que queda es un ‘after life’ entre vejez y la muerte. Seguiré mientras tenga proyectos y energía, no voy a forzarme; si sale naturalmente, bienvenido.

De otro lado, ¿qué lectura tiene de la producción poética actual?

Hay para todos los gustos. Hay poetas que escriben mucho, como Carlos Germán Belli; otros son de instantes. La poesía sigue siendo un misterio por descifrar sin soluciones. Ahora, hay muchas mujeres poetas, como Andrea Cabel y Valeria Román Marroquín.

¿Es la poesía el género con el que los lectores se vinculan menos?

La poesía es más elitista en sentido numérico. Hay pocos escritores de poesía, pero eso da una gran libertad, no hay un tema de mercado. El destino de la humanidad está atado a la poesía. Sin embargo, también creo que el ritmo de la vida urbana atenta contra la lectura.

¿El bullicio, la rutina o la fugacidad?

Sigo creyendo que el principal temor al silencio es encontrarse con uno mismo y las personas no están preparadas para encontrarse a sí mismas. Prefieren mostrar una careta, seguir la rutina, la vorágine. Yo soy aficionado al fútbol, pero no exige un trabajo intelectual.

¿El poeta es el raro de la literatura?

El prestigio o reconocimiento social del poeta ha disminuido. De raro creo que pasa a desapercibido. Hay más invisibilidad que antes.

Curiosamente, hay nuevas alternativas de difusión...

Sí, yo ya no llego a eso, a mí me gusta el libro, soy más tradicional.

Y a la hora de escribir, ¿lo hace siempre pensando en su público?

Una de mis actitudes más sanas ha sido escribir olvidándome de que voy a publicarlo. El placer de escribir sin pensar que voy a publicar, sin esa presión ni tensión de cómo será recibido. Después se verá.

¿Da más libertad?

Honestidad. Mi caso ha sido ese.

Hoja De Vida

Nombre: Abelardo Sánchez-León Ledgard.
Libros: “El tartamudo”. “El hombre de la azotea”. “Poemas reunidos”.
Premios: Beca Guggenheim en Artes, América Latina y Caribe.