Redacción Gestión

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Aleks Swerdlow, que espera su primer bebé en julio, tiene varios wearables, incluido un monitor de ritmo cardíaco para el feto. La futura madre quiere que su recién nacido use también este tipo de dispositivos con el tiempo.

"Me encantan los aparatos, sobre todo los que se usan como prendas de vestir, así que me pareció una buena idea comprar algo para el bebé, algo que además evita que me preocupe por la forma en la que duerme o respira", explica Swerdlow, de 29 años.

La moda de los wearables generó en un principio una variedad de medidores digitales del estado físico, relojes inteligentes y visores electrónicos para que los adultos pudieran controlar su salud o interactuar con sus teléfonos inteligentes.

Ahora, los fabricantes apuestan por los más pequeños, y su objetivo es captar la atención de los padres más aficionados a la tecnología y deseosos de conectar a sus recién nacidos a aparatos que aporten todo tipo de datos.

Swerdlow, de Santa Clara, California, pagó hace poco más de US$ 200 por Mimo Baby, un conjunto de tres dispositivos para bebé para medir la respiración, la temperatura de la piel y la posición corporal.

El producto envía la información a un smartphone. Swerdlow también está en lista de espera para comprar un calcetín inteligente de US$ 250 fabricado por Owlet Baby Care, que capta la saturación de oxígeno de los bebés y su ritmo cardíaco.

Sin embargo, la carrera de las empresas por lanzar wearables para bebé con pilas y tecnología inalámbrica genera dudas sobre la seguridad. En Estados Unidos hay pocas regulaciones aparte de leyes que requieren que los productos para niños se prueben para detectar la posible presencia de químicos y metales tóxicos. Al igual que sus equivalentes para adultos, los aparatos de vestir para bebés también plantean preguntas sobre su utilidad.

Otros wearables han generado recelos. El fabricante de medidores del estado físico Fitbit hace poco retiró del mercado un brazalete digital cuando los consumidores se empezaron a quejar de quemaduras y reacciones cutáneas, y ahora se enfrenta a una demanda colectiva. Fitbit afirma que la acusación no tiene sentido porque la empresa retiró el producto del mercado y ofreció reembolsos a los consumidores antes de que se presentara la demanda.

Empresas como Owlet y Rest Devices, fabricante de Mimo Baby, afirman que se toman muy en serio la preocupación sobre la seguridad y que ponen a prueba sus productos constantemente. Estas compañías son cuidadosas y hacen hincapié en que sus productos no son aparatos médicos, lo que requeriría la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU.

Owlet afirma que pedirá un certificado para su calcetín inteligente a Underwriters Laboratories (UL), una empresa de pruebas de seguridad. El calcetín de tela tiene sensores que envían datos a través de Bluetooth a un teléfono inteligente y alerta a los padres del bebé si su ritmo cardíaco es demasiado alto o bajo, o si deja de respirar. La empresa, que empezará a distribuir el producto en octubre, dice que los pedidos ya superan los US$ 300,000.

John Drengenberg, director de seguridad de consumo de UL, afirmó que los problemas con baterías son poco habituales, aunque se pueden ver agravados cuando los aparatos no se usan correctamente. Además de las pilas, UL evalúa riesgo de incendio y de corrientes eléctricas, y analiza la forma en las que señales enviadas por un aparato interactúan con otras emitidas por teléfonos inteligentes y portátiles.

Más allá de la seguridad, los fabricantes también deben convencer a los padres de que sus aparatos ofrecen datos precisos y útiles. Aunque las pequeñas fluctuaciones pueden ser normales, hay que evitarlas porque podrían preocupar innecesariamente a los padres.

Algunos futuros padres creen que los wearables para bebés son una exageración. «Siete mil millones de personas han crecido sin usar estos aparatos de alta tecnología», asegura una joven que vive en Nueva York y espera su primer hijo para octubre.