(Bloomberg) Había una vez, en que existía mucho optimismo de que la cadena de bloques –la tecnología sobre la cual está basada el Bitcoin– ayudaría al sector financiero a lidiar con un gran problema: el procesamiento posterior a la transacción, la frecuentemente larga y ardua tarea de asegurar que el dinero y los valores cambien de mano y que todos sepan quién le debe qué a quién.

El problema aún podría resolverse, pero probablemente no será una revolución.

El mayor esfuerzo del sector en adaptar la tecnología a su voluntad –el consorcio R3– recientemente experimentó la partida de varios bancos, entre ellos los miembros fundadores Goldman Sachs y Banco Santander, y presuntamente redujo su meta de recaudación de fondos.

Charley Cooper, director gerente de R3, explicó que las expectativas iniciales eran irracionalmente altas, y culpó a las firmas tecnológicas y sus sueños de irrupción por el "ciclo de exageración".

Ahora, R3 ha presentado su nueva plataforma: Corda, una base de datos descentralizada que no usa cadena de bloques, o "blockchain", como señala específicamente su informe técnico. En una publicación de blog, Ian Grigg, consultor de arquitectura de R3, argumenta que Corda se convertirá en un rival formidable de las dos tecnologías de cadena de bloque más populares, Bitcoin y Ethereum, porque es la única solución que "preguntó a los usuarios qué quieren".

Bien, ¿entonces el problema todo este tiempo fue que el anónimo creador de Bitcoin no se molestó en preguntar a las instituciones financieras qué querían? Bitcoin fue creado como una alternativa a bancos, no una solución para ellos. En cambio, muchas iniciativas inspiradas en la cadena de bloques –como Digital Asset Holdings, Blockchain Insurance Industry Initiative y Japan Exchange Group– se han concentrado precisamente en comprender qué quieren los clientes financieros.

Resulta que usar la terminología de cadena de bloques es una buena manera de captar el interés de los clientes. Corda, por ejemplo, ofrece predictores, notarios y contratos inteligentes, funciones que en los sistemas existentes tienen nombres aburridos como flujos de datos, contrapartes centrales y herramientas de reconciliación automatizadas.

El procesamiento posterior a la transacción es un sector de miles de millones de dólares, y sería tonto creer que los proveedores de tecnología financiera de algún modo ignoraron esta oportunidad durante años. Hay muchos vendedores de software empresarial que apuntan a servir este mercado, y las instituciones financieras no padecen tanto de escasez de tecnología como de un exceso de complejidad.

Considérese el mercado de préstamos sindicados, con frecuencia mencionado como la meta más fácil para la irrupción de la cadena de bloques debido a la falta de una autoridad central de compensación y tiempos de pago que con frecuencia exceden los 20 días. A pesar de que la tecnología de pago automatizado ya existe, los mayores participantes aún no han integrado sus sistemas con las nuevas plataformas.

La regulación es un factor que complica las cosas. Las reformas implementadas desde la crisis financiera han obligado a bancos a apurar cambios de infraestructura, causando la fragmentación de la práctica de mercado y una potencial fragilidad. Como indica un reciente informe de ISDA: el acelerado ritmo de implementación normativa y una capacidad limitada, tanto humana como financiera, de comprenderlo, reformular e implementar cambios han hecho que muchos participantes del mercado construyan soluciones tácticas para sus problemas inmediatos. Esto no es sostenible y, además de ser costoso, hay ansiedad de que el ecosistema resultante no sea lo suficientemente robusto para dar soporte al sector en tiempos de tensión.

Qué lío. En teoría, la tecnología de contabilidad distribuida podría simplificar todo el proceso de transacción, desde la etapa anterior a la negociación hasta la ejecución y los informes regulatorios. ¿Pero cómo se logra esa cadena sin arrasar todo con una aplanadora? Es verdaderamente difícil retirar la infraestructura tradicional existente sin descalabrar los sistemas delicadamente equilibrados que han estado evolucionando por decenios.

Es tentador imaginar que la tecnología por sí sola puede revolucionar el sector bancario. Después de todo, las cadenas de bloques descentralizadas como el Bitcoin y el Ethereum parecen copiar la infraestructura financiera global con facilidad. Sin embargo, tales estructuras autónomas funcionan en parte porque no tienen que ajustarse a burocracias existentes. Por ende, todo el entusiasmo por la cadena de bloques, en definitiva, podría no servir de mucho, fuera de ejercer presión sobre instituciones financieras para que colaboren de manera significativa. El cambio probablemente será lento y cauteloso, pero en este sector eso se considera algo bueno.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la comisión editorial ni de Bloomberg LP y sus dueños.