La ONU y el (FEM) alertaron hoy de que en 2018 se generaron casi 50 millones de toneladas de basura electrónica, cifra que aumentará a 120 millones para 2050, por lo que propusieron una "economía circular" para el sector.

En un informe en el que también participó el Consejo Mundial Empresarial de Desarrollo Sustentable, esos organismos cifraron en US$ 62,500 millones el valor de ese tipo de residuos generados el año pasado, "más que el Producto Bruto Interno (PBI) de muchos países y tres veces la producción de las minas de plata del mundo".

Según los autores del estudio, denominado "Una nueva visión circular para la electrónica", "hay 100 veces más oro en una tonelada de basura electrónica que en una tonelada de mineral de oro".

Para poner en perspectiva la cantidad generada cada año, 50 millones de toneladas es más que todos los aviones comerciales fabricados en la historia o 4,500 torres Eiffel, suficientes para cubrir totalmente la superficie de Manhattan con el símbolo parisino.

Ruediger Kuehr, director del programa de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) para Ciclos Sostenibles, y que ha participado en el estudio, declaró a Efe que hay una gran oportunidad para reducir la cantidad de los desechos electrónicos generados a través de lo que llama "economía circular", pero que es necesario actuar ya.

"Necesitamos cambiar los hábitos cuando prevemos que en 2050 se generen 120 millones de toneladas de basura electrónica si no hacemos nada. El informe demanda una nueva visión basada en la economía circular y la cooperación entre grandes empresas, pymes, consumidores, instituciones y el mundo académico", dijo Kuehr.

En la economía circular, explicó Kuehr, lo que las empresas venden no es el producto sino el servicio, asegurando así la recolección de los residuos.

"El problema no es el reciclaje sino la recolección de los productos", agregó.

El estudio destaca que prácticamente la totalidad de la basura electrónica puede reciclarse y que la extracción de recursos valiosos es más viable económicamente que la minería de esos minerales, a al vez que requiere menos energía.

Además, "la basura electrónica puede ser tóxica, no es biodegradable y se acumula en el medio ambiente, en la tierra, el aire, el agua y los seres vivos".

La mitad de todos esos desechos la generan los llamados dispositivos personales, desde ordenadores, pantallas, teléfonos móviles y tabletas a televisiones. El resto son electrodomésticos como lavadoras, aires acondicionados y calefacciones.

Antonia Gawel, directora de la Iniciativa de Economía Circular del Foro Económico Mundial, declaró a Efe que "el sistema no está funcionando" por lo que es necesario cambiarlo a partir de la cooperación entre todos los implicados.

"Es una enorme oportunidad porque la cuarta revolución industrial en marcha nos proporciona las herramientas para hacerlo", añadió Gawel.

Según la experta, las nuevas tecnologías como el "internet de las cosas" o la computación en la nube, permiten un mejor rastreo de productos, su recolección y reciclado.

En la actualidad, menos del 20 % de la basura electrónica se recicla formalmente. Y aunque informalmente el reciclado es mayor, las condiciones en que se realiza dañan tanto al medio ambiente como a los trabajadores.

Sólo en , 600,000 personas dependen del reciclaje de esos desechos y se estima que en todo el mundo millones de personas dependen de esta actividad.

Según la (OIT), en el caso de Nigeria, 100,000 personas viven del reciclado informal de esos productos.

El informe también advirtió sobre la creciente amenaza de contaminación que suponen las baterías, aunque estas no están incluidas en los flujos de basura electrónica, especialmente por el previsto incremento de las ventas de vehículos eléctricos.

Para 2030 se estima que se desecharán 11 millones de toneladas de baterías y para 2025 el peso de las que son de litio-ion -las más populares- que se vendan al año alcanzarán 5 millones de toneladas.

Pero James Pennington, del departamento de Economía Circular de FEM, explicó a Efe que hay muchas oportunidades para que las baterías de vehículos eléctricos tengan una segunda vida una vez que no son utilizables por la reducción de su densidad de energía.

"Pueden utilizarse para el almacenaje doméstico de electricidad o en otros usos no tan exigentes, lo que alargará su vida por ejemplo otros diez años", dijo Pennington.