(Foto: Boeing)
(Foto: Boeing)

El sueño de transportar pasajeros más rápido que la velocidad del sonido dio a luz al avión supersónico Concorde en la década de 1970, pero la pesadilla de obtener ganancias lo hizo pasar al olvido menos de tres décadas después.

Las empresas que compiten por construir un sucesor del emblemático avión pueden descubrir que el mayor obstáculo no es la tecnología o la economía, sino la gran creada por velocidades tan increíbles, especialmente en momentos en que los principales fabricantes de aviones y motores indican que las aeronaves eléctricas podrían estar pronto al alcance.

Impulsado por el aumento de la inquietud pública y política por las emisiones de la aviación, el entusiasmo en materia ambiental de fabricantes como Airbus amenaza con convertir a las startups decididas a romper la barrera del sonido en reliquias de una época más codiciosa que no prestaron mucha atención al medio ambiente. Eso pese a los avances en diseño aerodinámico, materiales y propulsión que han traído muy cerca una segunda era supersónica.

Esas preocupaciones fueron parte del Salón Aeronáutico de París de la semana pasada donde Boom Technology, que trabaja para introducir un avión Mach 2.2 para 75 pasajeros, dejó en claro las credenciales verdes de la aeronave.

El fundador y máximo ejecutivo, Blake Scholl, reveló que un programa de pruebas de motores probó una mezcla de alta concentración de biocombustibles que resultó ser un 3% más eficiente que el queroseno tradicional, y luego anunció que Boom se asociará con Prometheus Fuels, cuya tecnología de captura de carbono toma el CO2 del aire y lo transforma en propelente líquido.

El avión demostrador XB-1 de Boom "tendrá la primera huella de carbono neta cero de la historia en un vuelo supersónico", aseguró Scholl a una audiencia preparada para recibir noticias de propulsión y velocidades vertiginosas en lugar de una propuesta relacionada con la contaminación.

"Es importante desarrollar los vuelos supersónicos de forma sostenible en materia ambiental", declaró Scholl. "No basta igualar la eficiencia de combustible y el perfil de emisiones de la clase de negocios actual. Tenemos que encontrar una manera de demostrar que estamos cuidando mucho el planeta".

Más allá de la huella de carbono, la visión de Boom de un futuro supersónico sin duda es seductora.

Viaje desde Nueva York a Londres y llegue a casa a tiempo para llevar a sus hijos a dormir. Vaya de Hong Kong a Tokio en solo dos horas. No habría asientos reclinables porque no habría necesidad de dormir a bordo.

Boom indicó que sus aviones tendrían costos operativos 75% más bajos que los del Concorde, lo que haría viables más de 500 rutas en todo el planeta desde el comienzo, en lugar de solo Londres a Nueva York en el caso del avión anglo-francés que dejó de operar en 2003.

La línea de tiempo trazada por Scholl sugiere que Boom, que cuenta con exalumnos de Airbus, , Lockheed Martin y la entre sus 150 empleados, podría volar directo a la mayor revolución en la industria de la aviación desde el inicio de la era de los jets en la década de 1950.

El lanzamiento del XB-1 de escala 1/3 será en diciembre y su primer vuelo despegará en 2020, pero una aeronave completamente desarrollada no volará por los aires durante varios años más y su entrada al servicio podría no llegar hasta 2027. Para ese entonces, la primera generación de aviones de fuselaje estrecho híbridos-eléctricos estará en etapa avanzada de desarrollo, con operaciones comerciales programadas para 2035, según proyecciones de Airbus.

La directora de tecnología de Airbus, Grazia Vittadini, señaló que la compañía actualmente está "muy cerca" de comenzar a dejar atrás su dependencia del combustible para aviones. 

"Es un mandato social y un imperativo empresarial, no solo un desafío tecnológico", aseveró. "Realmente tenemos que esforzarnos por lograr una aviación sin emisiones. Esta es la máxima ambición".