Inteligencia artificial que mata

En cierta medida, la revolución 4.0 lo ha conseguido. Drones, coches que se conducen solos y brazos articulados que realizan complejas operaciones quirúrgicas teledirigidos a distancia son ya habituales.

La UE calcula que en todo el mundo hay 1,7 millones de robots y su crecimiento es imparable.

Tengan una forma más o menos humanoide, los robots no son más que máquinas equipadas con sensores e interconectadas para recabar datos: una simple ordeñadora puede ser tratada como un robot.

Nadie duda de que la nueva generación será más sofisticada y autodidacta. Para afrontar los retos que estos ejemplares plantearán, los europarlamentarios han llegado a la conclusión de que es necesario elaborar un estatus legal de la “persona electrónica”.

La socialdemócrata luxemburguesa Mady Delvaux ha defendido la propuesta y la comisión de Asuntos Jurídicos del Parlamento Europeo ha aprobado un informe cuyo objetivo es regular la inteligencia artificial, crear un registro de robots e impulsar una agencia dedicada a estos menesteres.

Uno de los ejes pasa por dotar de un código ético a esta oleada de máquinas listas, siempre bajo la premisa de que la tecnología evoluciona, pero los dilemas morales siguen siendo los mismos.

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