vehículos eléctricos
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Erich Sixt, presidente y máximo ejecutivo de la empresa global de alquiler de automóviles con sede en Pullach, Alemania, que lleva el nombre de su familia, describió recientemente a los automóviles eléctricos como un "error político costoso" debido a su autonomía aún inferior, largos tiempos de carga y la gran inversión necesaria para expandir la infraestructura de carga.

Puede haber sido una afirmación egoísta (a las empresas de arriendo de autos no les gusta), pero también puede estar en lo cierto: si un documento publicado el jueves estima correctamente el costo de extraer dióxido de carbono del aire, sería mejor que los reguladores se concentren en esa tecnología en lugar de forzar la electrificación de los vehículos.

Carbon Engineering es una compañía cofundada por el físico de Harvard David Keith y financiada, entre otros, por el fundador de Microsoft, Bill Gates. Desde el 2015, la empresa ha estado dirigiendo una planta de extracción de CO2 en Canadá, probando una tecnología que hasta hace poco era rechazada por ser demasiado costosa.

Keith y sus colaboradores, que escribieron el documento, han utilizado una evaluación de costos independiente para calcular que usar el proceso que desarrollaron permite la captura de una tonelada métrica de dióxido de carbono a un costo de US$ 94 a US$ 232, dependiendo de los costos variables como el precio de gas natural. (Dado que se utiliza energía en el proceso, alrededor de 0.9 toneladas de CO2 se eliminan efectivamente de la atmósfera con cada tonelada capturada).

Eso es mucho más bajo que las estimaciones previas para la tecnología, que iban desde US$ 550 a US$ 1,300 por tonelada. Los autores del trabajo explican que la reducción proviene simplemente del uso de equipos industriales ya disponibles en el mercado sin mucha adaptación, una estrategia que implementaron en la planta canadiense.

A los precios de Keith, invertir en la captura de CO2 puede ser una mejor idea tanto para los consumidores como para el medio ambiente que la electrificación de automóviles.

Según la Agencia Internacional de Energía (AIE) aumentar el número de autos eléctricos en la carretera de los actuales 2 millones a 280 millones para el 2040 solo desplazará el 1% de las emisiones mundiales de CO2 esperadas, en gran parte debido a que otras demandas de energía basada en carbono, como la de los aviones y los barcos, aumentarán las emisiones, y porque la electricidad para alimentar la gigantesca flota de vehículos eléctricos no provendrá por completo de fuentes limpias.

Para lograr este resultado poco convincente, los fabricantes de automóviles ya han comprometido unos US$ 90,000 millones de inversión en vehículos eléctricos (EV, por su sigla en inglés), y eso sin contar el costo de la ubicua infraestructura necesaria para dar un atractivo masivo a los vehículos eléctricos, la inversión necesaria para expandir la capacidad de generación eléctrica y de red, y los subsidios del gobierno a los compradores de autos eléctricos.

Desde finales del año pasado, la planta de Carbon Engineering ha estado produciendo combustible a partir del CO2 que extrae combinándolo con hidrógeno. El combustible es compatible con los motores de combustión interna actuales, por lo que no es necesario que los fabricantes de automóviles inviertan en tecnología completamente diferente.

Dado que la quema del combustible sintético solo puede liberar tanto CO2 como se usó en su producción, el ciclo completo es prácticamente neutro en carbono.Keith calcula que, a escala, su tecnología puede producir combustible a US$ 1 por litro (US$ 3.79 por galón), significativamente más alto que los precios al por mayor actuales.

No hay duda de que pasar del combustible fósil a los líquidos sintéticos tendría que ser subsidiado por gobiernos con políticas respetuosas con el medio ambiente, pero tales subsidios tienen una clara ventaja sobre los incentivos para los propietarios de vehículos eléctricos y la inversión en infraestructura paralela: nada tendrá que cambiar para la enorme flota existente de automóviles, alrededor de mil millones de ellos.

Las estaciones de gasolina existentes podrán manejar los líquidos nuevos de la misma forma que lo hacen con los combustibles fósiles. Y los nuevos combustibles podrían usarse para aquellos medios de transporte que están lejos de ser electrificados, como los barcos.

Obviamente, producir suficiente combustible sintético para reducir las emisiones de manera significativa requerirá mucha capacidad de extracción.

Según el documento, construir una planta con capacidad de capturar 980,000 toneladas de CO2 al año requiere una inversión de capital de aproximadamente US$ 1,100 millones, que podría reducirse a US$ 780 millones si la construcción comienza a escala.

Para reducir las emisiones de CO2 pronosticadas por la AIE para el 2040 en un 1%, o en 357 millones de toneladas, se necesitarían US$ 284,000 millones a los precios estimados de Keith. Sin embargo, ese número, es comparable con la inversión total necesaria para cambiar a automóviles eléctricos.

Además, hay otras tecnologías de captura de carbono que se pueden implementar directamente en instalaciones industriales que usan combustibles fósiles; desarrollarlas a escala podría reducir la inversión requerida.

Nada de esto es para decir que no se deberían desarrollar o vender los autos eléctricos. Hay muchos creyentes verdaderos que los comprarán, probablemente lo suficiente como para respaldar cierta producción e inversión.

Es solo que la visión de los gobiernos, que recientemente se han aferrado a la electrificación de vehículos como algo obligatorio, e incluso han empezado a fijar fechas competitivas para sus futuras prohibiciones sobre las ventas de automóviles con motores de combustión interna, en realidad podría ser errada.

No existe una necesidad apremiante de que los reguladores se apresuren a adoptar la tecnología imperfecta detrás de los vehículos eléctricos actuales y presionar a los fabricantes y consumidores a adoptarla. Existe otra tecnología que podrían hacer buen uso de esa atención reglamentaria y al menos algunos de los fondos del gobierno destinados a la promoción de EV.

Promover su desarrollo no necesariamente tendrá una recompensa, pero bien podría conducir a resultados mejores y menos traumáticos para una importante industria establecida y para miles de millones (y contando) de personas que usan sus productos.

Por Leonid Bershidski

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.