(Bloomberg).- Facebook presentó en detalle su plan para combatir las noticias falsas. En la práctica, tercerizará la revisión de la veracidad de aquellas noticias identificadas por los usuarios como posiblemente falsas con grupos que deberían, como mínimo, ser signatarios de un código desarrollado en el Poynter Institute, una organización de capacitación periodística con sede en Florida.

Pero al convertir un pequeño grupo de inspectores en los árbitros de la "verdad", Facebook socava su propia imparcialidad y podría allanar el camino para la censura en las redes sociales.

En una publicación, Adam Mosseri, el vicepresidente de Facebook responsable de la sección de noticias, explicó cómo funcionará el esquema. Los usuarios podrán identificar una noticia falsa, que luego Facebook enviará a un grupo que haya firmado el Código de Principios Internacionales de Verificación de Hechos.

Si el grupo decide que la noticia es en efecto falsa, Facebook la marcará como "disputada" con un enlace a la explicación de los verificadores. La gente todavía podrá compartir las noticias tras leer la advertencia de que son polémicas, pero Facebook "podría" ponerla más abajo en la sección de noticias y las volverá inelegibles para promociones pagas.

En un principio, se probará el sistema en Estados Unidos, donde solo un puñado de organizaciones —ABC News, Associated Press, Climate Feedback, Factcheck.org, PolitiFact, Snopes y The Washington Post Fact Checker— han firmado el código. El Poynter Institute ha aclarado que no admitirá así sin más a más firmantes: la "función filtradora" que ahora tendrá el código, exige, según el instituto, "un mecanismo de verificación más formal detrás del código de principios".

El socio elegido por Facebook ya descarta inmediatamente a una gran franja de lectores conservadores. La International Fact-Checking Network de Poynter, sede del código de principios, está financiada, entre otros donantes, por las Open Society Foundations de George Soros, suficiente como para que muchos de los que comparten noticias de Breitbart News y sitios conservadores más extremos la vean como parte de una conspiración globalista.

Además, esa gente —o incluso conservadores menos virulentos— tampoco va a tomar como la verdad revelada las evaluaciones de, digamos, PolitiFact. Este último es el blanco favorito de los blogueros conservadores; incluso hay un sitio llamado PolitiFact Bias (El sesgo de PolitiFact) que cuestiona regularmente el trabajo de los que verifican hechos, muchas veces con argumentos válidos.

Por ejemplo, hace poco explicó que examinar la veracidad de la descripción que hizo un republicano de la victoria de Trump en el Colegio Electoral como "arrasadora" no tiene sentido porque una "victoria arrasadora" es cuestión de opinión, no de hechos. El sitio también afirmó que detectó inconsistencias en los miembros del equipo de PolitiFact.

Breitbart también se mete en peleas con PolitiFact. En julio, discutieron el análisis de cómo Donald Trump utilizó una historia de "Clinton Cash", un best seller de Peter Schweizer, sobre la venta de una empresa de uranio con minas en Estados Unidos a una compañía estatal rusa. Schweizer ayudó a Breitbart a armar su refutación. PolitiFact publicó una réplica punto por punto en la que afirmó repetidamente que el contexto aportado por Schweizer no era relevante para la revisión específica. El ida y vuelta podría haber continuado si Breitbart hubiera señalado que cualquier contexto podría ser relevante para una historia compleja.

Si Facebook se tomara en serio la solidez de su esquema tercerizado para examinar la veracidad, tendría que poner enlaces para cada parte polemizada en su marca de "noticia disputada".

¿Ayudaría esto a los lectores a determinar la verdad? Yo sé que yo estaría más confundido que iluminado. ¿Cuántos lectores tienen el tiempo, el interés o, de hecho, las habilidades periodísticas para examinar la fuente de la noticia y seguir investigando?

Incluso sin tener en cuenta la posibilidad de sesgos, a veces los signatarios del código de principios del Poynter pueden discrepar sobre la veracidad de una misma afirmación. En un artículo sobre el análisis de realidades polémicas publicado en 2015, Morgan Marietta, de la Universidad de Massachusetts, y sus colaboradores mencionan tres casos específicos de discrepancias.

Por ejemplo, en 2012, Factcheck.org describió la afirmación del senador Dick Durbin de que "el Seguro Social no suma un centavo a nuestra deuda" como falsa, pero The Washington Post Fact Checker la calificó como "en gran parte verdadera". En 2013, el presidente Barack Obama dijo que los déficits estaban cayendo al ritmo más veloz en 60 años. PolitiFact estuvo de acuerdo, pero Factcheck.org calificó la afirmación de falsa.

"Examinándolos desde la perspectiva de las realidades discutidas de nuestra política, los verificadores no se ponen de acuerdo sobre las preguntas hechas o las respuestas ofrecidas", escribieron los investigadores, que les dieron a los tres principales grupos de verificación de hechos de Estados Unidos —PolitiFact, Factcheck.org y The Washington Post Fact Checker— "dos o tres Pinochos" según la escala del Washington Post, o "media verdad/en gran parte falsa". En realidad, un país políticamente polarizado no está en la postverdad, sino que a veces la verdad es complicada e intrincada.

La comunidad cada vez más grande de verificadores de hechos, alentada por instituciones como Poynter, surgió en respuesta a reducciones de costos en los medios dominantes. Muchas organizaciones de noticias no pueden permitirse hacer revisiones meticulosas; incluso evitan a los correctores que podrían quitar errores de tipeo.

Sin embargo, al fin y al cabo, los verificadores de veracidad sólo son periodistas, con sus propios sesgos y defectos profesionales. Su trabajo resulta útil para la comunidad periodística como servicio público que sustituye la atención rigurosa que se dedicaba al detalle dentro de las organizaciones de noticias, pero no puede funcionar como base para "degradar" ciertas historias y aprobar otras. Sin embargo, es precisamente así que Facebook quiere usarlos.

Las banderillas de "disputado" no son particularmente preocupantes. Algunas fuentes de noticias de derecha probablemente las usarían como insignia de honor y sus lectores estarían de acuerdo, si bien a algunos adictos a las noticias podría interesarles el contexto más amplio que aportan los que verifican la veracidad. Es bueno ver una noticia y su crítica juntas. Pero si Facebook realmente degrada el contenido "polémico" y hace imposible que se promocione, eso restringiría la distribución de ciertas noticias legítimas. E incluso las falsas pueden tener su valor. Como alguien que sigue a Rusia, debo ver qué noticias comparten y discuten los miembros de sitios propagandísticos del Kremlin en Europa y Estados Unidos. La nueva política de Facebook podría dificultarlo, porque los enlaces quedarán más abajo en mi sección de noticias.

Facebook está presionada para hacer algo con las noticias falsas: la International Fact Checking Network, los demócratas en Estados Unidos y políticos europeos que pronto enfrentarán sus propias elecciones están en pie de guerra contra las noticias engañosas. De aplicarse con coherencia, el nuevo procedimiento probablemente le saque los críticos de encima a Zuckerberg. Sin embargo, también devaluará a Facebook como plataforma omnívora e imparcial de distribución de noticias, hará que algunos lectores se encierren más en sus opiniones y que otros salgan a buscar otras formas de recibir contenidos de varias fuentes. Twitter parece ser una buena alternativa hasta que ceda a la presión como Facebook.

Por Leonid Bershidsky.