Desde que surgió por primera vez hace más de veinte años, el comercio electrónico se ha abierto camino lentamente en el panorama minorista mundial, a fracciones de punto porcentual cada vez. Cientos de millones de consumidores ahora compran miles de millones de artículos por internet, que se les entregan rápidamente a través de una sofisticada red de instalaciones de almacenamiento y distribución. Primero llegaron los artículos duraderos, como libros y artículos electrónicos, luego comida y moda.
El covid-19 ha catapultado esta tendencia, propiciando un impulso desde el 11.3% de todo el comercio minorista de EE.UU. a finales del 2019 hasta el 16.1% a finales del segundo trimestre de este año. El comercio electrónico tardó más de siete años en crecer del 5% al 10% de las ventas minoristas totales; el covid-19 produjo ese mismo crecimiento en seis meses. Este año, el 95% de los consumidores dicen que tiene previsto comprar en internet entre el Día de Acción de Gracias y el lunes cibernético.
El analista independiente Benedict Evans describe la historia del comercio electrónico como la búsqueda de un nuevo nivel: ¿qué cuota del mercado minorista total puede captar de manera factible? No es probable que deje de crecer, pero tampoco absorberá todo el mercado minorista.
Lo que absorberá es más electricidad para los almacenes, más combustible para los vehículos de entrega y más energía para las búsquedas, recomendaciones y procesamiento de transacciones. Ello podría considerarse una pérdida crítica en todos los aspectos de la vida moderna, desde una escala mundial (emisiones de dióxido de carbono) a la hiperlocal (emisiones de tubo de escape a nivel de la calle). Más comercio electrónico, en este sentido, significa más de todo lo malo.
Eso puede suceder, a menos que las empresas cambien su comportamiento. No obstante, si nos basamos en lo que ya han hecho y lo que dicen que tienen la intención de hacer, esos malos resultados no tiene por qué materializarse necesariamente.
El consumo de electricidad en los centros de datos solo ha crecido un 6% desde el 2010, pese a que el tráfico anual de datos ha aumentado más de un 1,700%, según los cálculos realizados a lo largo de los años por Cisco Systems Inc. Las compañías de tecnología y comercio electrónico ahora obtienen regularmente electricidad limpia para sus almacenes y centros de datos. Diseñan sus propios vehículos de reparto eléctrico. Asumen compromisos difíciles para alcanzar emisiones netas de gases de efecto invernadero.
Puede que los consumidores no sean eficientes con sus compras. Las corporaciones lo son, porque hacerlo les importa. Conocer la huella de carbono, el flujo de tráfico local y el impacto acústico de cada artículo vendido es parte integral de este esfuerzo. Cada compra es una oportunidad para lograr una mejora en las emisiones.
Años antes de que se convirtiera en política oficial en UPS, por ejemplo, los conductores de la compañía de entrega tenían un “entendimiento no oficial” sobre los giros a la izquierda: “Los giros a la izquierda significan pausa, lo que aumenta el tiempo que toma una ruta”, según el sitio web de la compañía. “Los giros a la derecha son más rápidos. Los giros a la derecha ahorran combustible”.
Esa misma lógica aplicada a todos los elementos del comercio minorista, desde el embalaje hasta la entrega a domicilio, podría reducir la huella de carbono de un producto. Es un mundo de elusión de giros a la izquierda, con el objetivo final de cero emisiones en un mercado de ventas minoristas aún en expansión.
Nathaniel Bullard es analista de BloombergNEF y escribe el boletín Sparklines sobre la transición global a las energías renovables.