(Bloomberg) La diversificación económica puede ser difícil para los estados de Estados Unidos ricos en petróleo. Esto es así en mayor medida para un estado aislado, en parte situado en la tundra congelada.

Bienvenido a la realidad de Alaska.

El producto bruto interno de Alaska viene cayendo desde 2012, y el estado ha perdido empleos de los sectores minero y maderero, este último la mayor industria de su economía, en medio de un hundimiento del precio del petróleo que lleva años. Hoy tiene la tasa de desempleo más alta entre los estados de Estados Unidos, un 6.7%. Mientras su economía enfrenta dificultades, tanto el Gobierno estatal como los administradores regionales y municipales se esfuerzan por crear nuevas industrias en la tierra que se denomina a sí misma la "última frontera".

Varias de ellas parecen prometedoras —la oficina de desarrollo del estado ha apuntado a los mariscos, el cultivo de peonías y la cerveza artesanal como áreas fértiles para la expansión— y otra idea está germinando en las ciudades: Alaska podría convertirse en el suplente de Silicon Valley. La lógica es simple. Los empleos tecnológicos pueden cubrirse en forma remota, y a menudo suministran servicios que no requieren una proximidad estrecha con su base de clientes.

"Alaska y el sector tecnológico no son palabras que suelen encontrarse en una misma oración", dijo Jon Bittner, vicepresidente de Anchorage Economic Development Corp. y una de las personas que lideran la campaña para traer emprendedores —incluyendo startups tecnológicas— a las nevadas costas de su estado. "No hay ninguna razón para que no pueda hacerse aquí".

Paisaje que quita el alientoAunque el estado puede promover su estilo de vida relajado y sus paisajes que quitan el aliento para atraer a una clase creativa, todavía hay una barrera importante para la creación de una vibrante comunidad tecnológica en Alaska. Hasta ahora, no se ha hecho mucho en ese campo en el estado, de manera que la infraestructura y la disponibilidad de talentos resultan insuficientes.

"Hay un drenaje de cerebros", dijo Carmina Santamaría, la máxima responsable de Kwema, una startup tecnológica que esta ejecutiva boliviana fundó con colegas en Anchorage. El producto de la empresa es un botón de pánico electrónico más pequeño que una moneda de 10 centavos y modelado como una joya, destinado a permitir a mujeres de edad universitaria alertar a sus amigos, la policía del campus y otros usuarios de Kwema si son atacadas.

El equipo ganó concursos de financiación en Nueva York y Anchorage, y eligió Alaska tanto porque el estado tiene una tasa de ataques sexuales extremadamente alta, como porque pensaron que se destacarían en un mercado más pequeño. Han tropezado con dificultades para encontrar localmente ingenieros electrónicos y diseñadores de joyas.

La experiencia de Kwema no es tan sorprendente desde el punto de vista de las cifras. Alaska está aún lejos de convertirse en líder en el ambiente tecnológico: en realidad perdió empleos técnicos entre 2014 y 2015 y se clasifica en el puesto 49 en el país en cuanto a esos puestos de trabajo. En la actualidad, el sector tecnológico solo contribuye una cifra estimada de 2.4% anual a la economía del estado, sobre la base de un informe de CompTIA, una asociación del sector de tecnología de la información.

Sin embargo, el hecho de que compañías tecnológicas como Kwema estén llegando a Anchorage incluso en sus etapas tempranas es un paso en la dirección correcta para una zona que lucha por atraer talento.

Y como no está previsto que los precios del petróleo vuelvan a subir a niveles cercanos a los de su auge, esta situación puede en realidad favorecer la campaña a favor de la tecnología.

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