Redacción Gestión

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(Bloomberg) La semana pasada, y por unos cuantos días, China parecía tener su propio Wikileaks en cámara lenta. A través de Twitter, alguien con el usuario @shenfenzheng filtró información personal – como las direcciones particulares y los números de identificación – de algunas de las figuras más poderosas en términos comerciales y gubernamentales de China, incluyendo a Jack Ma de Alibaba, Wang Jianlin de Wanda Group y a Pony Ma de Tencent.

Fue una maniobra audaz, pero estaba claro que quien realizó la filtración tenía un propósito más elevado: "Espero que esto fomente el escrutinio del país, y muestre qué tan poco se valoran los datos personales en China", escribió él (o ella) antes de que la cuenta fuera suspendida. Hay una buena razón para preocuparse: China es el mercado más grande del mundo para las estafas telefónicas y en línea, muchas de las cuales se aprovechan de las leyes y protecciones laxas del país para obtener información personal.

Sin embargo, a pesar de estos y otros escándalos recientes, la privacidad en línea sigue teniendo una baja prioridad en China, tanto para los usuarios de internet como para las empresas. Y es poco probable que este escándalo – al igual que otras filtraciones de datos más grandes que le precedieron -- logre asustar a suficientes personas como para que se implemente una mayor vigilancia.

Cuando se trata de la privacidad, los usuarios de internet en China son un caso aparte en el mundo. En 2013, solo un 50% creía que tenía que ser cauteloso al compartir información personal en línea, frente al 83% de los usuarios en Estados Unidos. No obstante, los usuarios de internet chinos se enfrentan a muchas – si no más – de las amenazas en línea que plagan a los usuarios de la web en todo el mundo, y a menudo se ven demasiado dispuestos a intercambiar información privada por tener acceso a servicios y sitios que ofrecen poca protección ante ellas.

¿Cómo se podría explicar esta diferencia?

El concepto mismo de privacidad, especialmente como lo entienden en occidente, no llegó realmente a China hasta el siglo XX. E incluso entonces, las estrechas viviendas, los hogares multigeneracionales y, sobre todo, los privilegios de los gobiernos autocráticos –que valoraban más los derechos colectivos que los personales – daban a entender que la privacidad era un lujo que pocos chinos podían disfrutar.

La gran migración en línea de China no ha logrado cambiar mucho esta situación. Cuando los críticos anónimos del Gobierno aparecieron en la web, las autoridades trataron de hacer que los cientos de millones de usuarios de internet del país revelaran sus nombres reales al momento de tener que registrar alguna cuenta en línea. Ese intento no ha tenido un gran éxito, pero ha ofrecido un importante recordatorio de que no existe la presunción de privacidad en la China comunista. El Gobierno, en teoría, lo sabe todo.

Los gigantes tecnológicos de China también muestran poco interés en la privacidad. Las condiciones de servicio en Alibaba y Tencent (propietario de WeChat) dan a las compañías la libertad para utilizar los datos de los clientes prácticamente de la forma que quieran. Hasta ahora, el escándalo de Twitter no está impulsando una medida para cambiar esas políticas.

Sin embargo, dada la expansión del comercio electrónico y las finanzas en línea en China, el tener una actitud indiferente hacia la privacidad se convertirá en una desventaja. Después de todo, el comercio electrónico no se trata solo del intercambio de dinero; también se trata del intercambio de la información personal que está asociada a ese dinero. Puede que los usuarios de internet de China no tengan el fanatismo por la privacidad que tienen sus homólogos estadounidenses, pero cuando se trata de la santidad de la cuenta corriente de uno, el mundo generalmente es plano. Si Alibaba y Tencent no pueden garantizar la seguridad de su cuenta bancaria, entonces probablemente usted no la vinculará con sus servicios.

El Gobierno de China, impulsado por su deseo de saber lo más posible sobre sus ciudadanos, ha dado algunos pasos importantes recientemente, tales como haber adoptado una ley de privacidad de datos e implementado medidas de seguridad cibernética más severas. Sin embargo, su cumplimiento aún no es total, y los consumidores tienen pocas maneras de quejarse u obtener alguna indemnización por el mal uso de sus datos.

Eso hace que las empresas de comercio electrónico sean las que llenen el vacío. Desde luego, podrían mejorar sus estándares de privacidad, especialmente al restringir la forma en que se comparten los datos personales de los usuarios y a través de la adopción de protocolos de comunicación más seguros (como el HTTPS). Aún más importante sería intentar educar a los usuarios acerca de los peligros del robo de identidad, y acerca de lo que las compañías pueden o no hacer para protegerlos. Este tipo de información, que a menudo los estadounidenses y europeos dan por sentado, es poco frecuente en China. La restricción en materia de datos ayudaría a mejorar al comercio electrónico considerablemente y a su vez ayudaría a garantizar que los titanes del internet chino nunca vuelvan a encontrar sus direcciones publicadas en Twitter.

Esta columna no refleja necesariamente la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.