Podcast Tres minutos basta:¿Y qué le dirías a alguien que te pregunta por el propósito de este podcast?
Podcast Tres minutos basta:¿Y qué le dirías a alguien que te pregunta por el propósito de este podcast?

¿Y qué le dirías a alguien que te pregunta por el propósito de este podcast? Tres minutos no bastan. Sí, le diría eso. Tres minutos no bastan.

Este es el episodio número 53 de Tres Minutos Basta. Un año y una semana, lunes tras lunes.

La semana que viene será nuestro último episodio de la primera temporada. Por eso, después de un año de estar con ustedes, hoy quiero contarles el propósito de este podcast.

Once de la mañana. Varios años atrás. Miro por la ventana de mi oficina el movimiento de gente y automóviles que van por la calle. Todos con prisa. A comprar, a vender, o a fabricar algo para vender.

Estoy en la octava planta del edificio. Mi oficina tiene una sola mesa. Muy larga. Casi tres metros de largo porque insistí que quería ocho sillas por lado y dos en cada extremo. Una mesa para 20 personas. Quería reflejar en esa mesa mi convicción por el trabajo en equipo en contra del tradicional escritorio individual. También pedí que todas las sillas fueran de diferentes colores para que se pueda ver la belleza que crea la diversidad. Un solo color es como un solo pensamiento. Diferentes colores alrededor de la mesa son diferentes visiones aportando más valor. Dos paredes con pizarra casi de extremo a extremo porque es un lugar de reflexión donde proponemos y descartamos ideas. Siempre he creído que lo mejor de una pizarra es que todos miramos al mismo lugar y se puede borrar. Así no te quedas pegado a una solución, sino que continúas enfocado en el problema buscando la mejor solución. Dos grandes mapas colgados de la pared. Uno de Perú y otro de Lima, para no perder de vista que todo lo que hacemos lo hacemos para que aporte a la sociedad que nos acoje, que es grande y diversa. Completa la decoración un óleo de una iglesia de Arequipa directamente al frente de mis ojos, para recordarme cada día el lugar del que vengo y la fe en Dios, herencia de mis padres.

Justo debajo del óleo hay un pequeño mueble donde tengo una cafetera y un frutero con manzanas y alguna otra fruta de temporada que el cariño de Magda, mi asistente, ha creido conveniente incluir. Me acerco a servirme un café. Magda anuncia que acaba de llegar Paty a reunirse conmigo.

Como siempre lo hago, nos sentamos en una esquina de la mesa para poder conversar cómodos y sin distancia. Paty, a quien estoy conociendo por primera vez, es quien ha pedido reunirnos. Luego de los saludos y frases iniciales me dice, Ignacio, ¿qué le dirías a alguien que lleva muchos años en su puesto y quiere seguir creciendo? Pasados 45 minutos de charla volví a mi sitio sonriendo.

Las personas queremos desarrollarnos personal y profesionalmente y ser felices. Pero muchas veces no sabemos cuál es el siguiente paso que tenemos que dar, cómo hacerlo y cómo asegurarnos de no equivocarnos. Cómo no fallarnos y cómo no fallar a otros a quienes queremos. Y esas dudas traen consigo inseguridad que nos puede llevar a quedarnos como estamos para no tomar el riesgo. Necesitamos hablar con alguien.

Visitando una de la sucursales del Banco en el que trabajo, ubicada en Tarma, ciudad en la sierra central de Perú a 3 mil metros de altura sobre el nivel del mar y con no más de 43 mil habitantes, no quería hablar del Banco, ni de la economía, ni de cifras. Quería hablar de nosotros, de todos los que estábamos allí. Así que, recordando a Paty, abrí la sección de conversación proponiendo la pregunta ¿qué le dirías a alguien que…? . Tuvimos largo rato de conversación sobre los temas que en verdad importan. Salieron preguntas tan fundamentales que en no pocas respuestas escaparon lágrimas de algunos de nosotros.

Mucho de mi tiempo está dedicado a las personas que forman parte de mi equipo. Más de cinco mil personas. Tratando de crear momentos para escuchar y conversar. Visitando sucursales y visitando equipos.

El confinamiento causado por la pandemia vino a interrumpir ese contacto estrecho. Pero ayudó a darme cuenta que las preocupaciones eran similares independientemente de la empresa o actividad en la que uno esté. Y que podía hacer algo por intentar promover reflexiones que generen respuestas. Así, el 13 de abril de 2020 emití el primer episodio de Tres Minutos Basta, titulado “dar alegrías con alegría” y desde entonces no he parado, estando ya cercanos a las 35 mil reproducciones.

Tratar preguntas reales para el desarrollo personal en el camino al liderazgo, utilizando enseñanzas que personas maravillosas durante mi vida me fueron regalando, y asi promover la reflexión para que cada uno encuentre su respuesta, siempre rodeados de humanismo y valores, es el propósito de este podcast.

Creo en el humanismo liberador como una corriente de pensamiento y acción que recupera el valor de las personas por encima de las cosas y regresa a la importancia del ser por encima del tener, en el medio de una sociedad de consumo irreflexivo del que hace falta liberarnos.

52 episodios después he recibido más de lo que he dado. Con actividad personal en todas las redes sociales no dejo de leer preguntas, respuestas e ideas que los seguidores del podcast me regalan y que enriquecen mi pensamiento, pero sobre todo mi sentimiento. Gracias a todos por acompañarme y por la cercanía que estamos construyendo.

Pido perdón por la duración de hoy. Es que, para hablarles del propósito de este podcast, Tres Minutos No Bastan.