En la pequeña isla puneña de Taquile, la destreza del hombre no tiene nada que ver con su éxito con las mujeres ni me dice en función a su número hijos, su fuerza o sus dotes para la caza o la pesca. Aquí, la habilidad más preciada del hombre es el tejido del chullo que también juega un papel clave en la formación de jóvenes.
Alejandro Flores Huatta (67), uno de las 1.300 personas que viven en esta isla del Lago Titicaca, es fiel testimonio de esta prédica. “Un hombre que no teje no es un hombre”, declaró en una entrevista a la BBC News, publicada en su portal web.
El taquileño contó que el tejer es una tradición que ha existido desde hace cerca de 500 años, con raíces en las antiguas civilizaciones de los pueblos Inca, Pukara y Colla. Los incas en particular usaban sus tocados de manera similar al chullo, para mostrar las insignias específicas de su provincia, pero ahí terminan las similitudes. El chullo taquileano y los tocados incas se ven muy diferentes.
En 2005, el arte textil de Taquile fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por Unesco. Alejandro es uno de los siete hombres de la isla reconocidos como Maestro de Textiles, junto con el presidente de la isla, Juan Quispe Huatta, precisa el reportaje.
Los ancianos de la isla cuentan que el diseño del chullo llegó con la conquista española en 1535, y el abuelo de Alejandro relataba historias transmitidas oralmente sobre cómo los primeros conquistadores llevaban sombreros similares que eran blancos con orejeras, “pero no con los mismos patrones o símbolos”, señala el reportaje periodístico.
Los niños aprenden a tejer desde los cinco o seis años y lo hace de color blanco y después lo usa lana teñida con plantas y minerales. La práctica hace que el chullo se haga cada vez más ajustado y prolijo.
“La mayoría de la gente aprende mirando y mirando. Como no tengo padre, mi hermano mayor y el abuelo me enseñaron a tejer. Entonces mirando aprendí poco a poco”, relató Alejandro.
Los chullos son considerados significativos culturalmente y desempeñan un papel clave en la estructura social de la isla y permiten a los hombres mostrar tanto su creatividad como su estado civil, sueños y aspiraciones. Algunos hombres incluso lo usan para mostrar su estado de ánimo.
A los niños de Taquile se les enseña a tejer desde los cinco o seis años. El primer chullo que teje un niño es blanco, aunque luego usará lana teñida con plantas y minerales locales. El método se va refinando hasta que el menor puede tejer un gorro ajustado y prolijo.
Es un proceso muy minucioso y lento. Incluso los tejedores más experimentados de la isla necesitan cerca de un mes para hacer un chullo debido a los intrincados patrones y la iconografía específica que refleja símbolos relacionados con la agricultura, las estaciones y las familias.
Los chullos también juegan un papel clave en la formación de parejas jóvenes. Los hombres son elegidos por sus compañeras en función de su capacidad para tejer con éxito un chullo con agujas delgadas como un alambre.