Con la crisis del COVID-19, son las mujeres las que sufrieron mayor precariedad, así que debe permitirse que tengan acceso a las actividades económicas y a aportar sus contribuciones a la nación.
Con la crisis del COVID-19, son las mujeres las que sufrieron mayor precariedad, así que debe permitirse que tengan acceso a las actividades económicas y a aportar sus contribuciones a la nación.

“La no es una fatalidad, es el hecho de que los poderes políticos no tienen como prioridad a los excluidos ni a los necesitados”. Con motivo del Día Mundial del Rechazo a la Miseria, la asociación Emaús Internacional publica el domingo su primer informe sobre su lucha contra la pobreza.

Su presidente desde el 2016, el beninés Patrick Atohoun hace hincapié en tres exigencias para combatir la miseria.

¿Cuáles son las grandes líneas de fuerza de su informe?

“En Emaús, queremos demostrar que hay alternativas para salir de la pobreza y de la miseria. Teniendo en cuenta nuestra experiencia en el terreno, hemos establecido tres exigencias para salir de ella.

Primero, implicar a las personas vulnerables para que ocupen su lugar en la sociedad. Tienen que recibir una acogida digna, incondicional. Se necesita un acceso a una educación que permita desarrollarse plenamente. Cuando las personas reciben educación, pueden hacerse cargo de ellas.

También pensamos que tenemos que centrar el interés general a nivel de las políticas públicas. Esto se consigue con la gestión colectiva de bienes comunes. Como en Benín con el lago Nokoué, donde se confió en la población y 100,000 personas tienen hoy en día acceso al agua potable. Y se tiene que garantizar la igualdad entre hombres y mujeres.

Con la crisis del COVID-19, son las mujeres las que sufrieron mayor precariedad, así que debe permitirse que tengan acceso a las actividades económicas y a aportar sus contribuciones a la nación.

Finalmente, se tiene que construir una economía al servicio del ser humano y su entorno. Primero, desarrollar actividades económicas y solidarias, como la actividad de recuperación de Emaús, dar prioridad a estos actores de la vida económica solidaria. También hemos desarrollado en nuestros grupos un seguro de salud para que las personas tengan acceso a los cuidados básicos.

Creemos que, si las políticas siguen estas exigencias, dejaremos realmente atrás la pobreza”.

¿Ha empeorado la pobreza en el mundo con la pandemia del COVID-19?

“El COVID-19 ha acentuado todavía más la pobreza. El Banco Mundial nos dice que cuando salgamos de esta crisis, habrá 150 millones más de personas en situación precaria. Esta crisis hace tambalear todos los avances que estas personas tuvieron desde hace años. En lugar de subir un escalón, retomamos desde cero.

Hemos constatado que había una fragilidad, aún más en los países del sur, donde el sistema sanitario no está desarrollado. Las empresas cerraron y la gente se quedó fuera. No había ayuda para las personas vulnerables, al contrario que en los países del norte, aunque en ambos lados, el confinamiento tuvo repercusiones graves. En Benín, Emaús acogió a gente que no tenía nada para comer y distribuyó alimentos”.

Entonces, ¿eliminar la pobreza es posible?

“Todo es posible, ¡es una cuestión de voluntad política! Con nuestros programas, hemos llegado a casi 200,000 personas directamente. Personas que quizás tienen a cinco o seis personas detrás suyo. Si nosotros, a nivel de Emaús --nuestro pequeño refugio de 425 grupos--, conseguimos llegar a gente de India, Perú u otras partes, ¿por qué nuestros políticos, con los medios de que disponen, no podrían hacer lo mismo?

Nosotros decimos: ‘¡Salir de la pobreza es posible!’

Nuestra intención es que nuestros aliados puedan apropiarse de este llamado: la pobreza no es una fatalidad, es el hecho de que los poderes políticos no tienen como prioridad a los excluidos ni a los necesitados. Si hacemos nuestras estas reivindicaciones, tendremos un mundo mejor donde cada uno podrá beneficiarse de sus derechos fundamentales”.