Redacción Gestión

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(Bloomberg View).- El del viernes por una facción de las fuerzas armadas turcas fracasó por muchas razones, entre ellas las divisiones dentro del ejército y los repetidos errores de los que planearon el golpe.

Las y los medios de comunicación también jugaron un papel importante. No fue la primera vez que esta combinación permitió a los ciudadanos expresar su voluntad y su opinión sobre quién los gobierna y por qué.

A juzgar por la información disponible, la facción rebelde de militares de rango medio quiso llevar a cabo una estrategia militar de manual para golpes de estado – lo que en el pasado se denominaba "golpe de coroneles", en lugar de uno liderado por generales-.

Los militares cerraron rutas de transporte clave, intentaron tomar edificios parlamentarios y presidenciales y trataron de capturar a figuras de alto rango entre ellos el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y altos mandos militares. También se hicieron con el control de los medios de comunicación estatales y utilizaron la televisión pública para difundir su mensaje y declarar prematuramente la victoria.

Los instigadores pronto se dieron cuenta de que esta estrategia clásica no era suficiente y decidieron hacerse con el control de los canales de televisión privados, llegando incluso a cerrar la filial turca de la CNN, un evento que fue retransmitido en directo en todo el mundo.

El objetivo era el consabido: al impedir el acceso de la ciudadanía a las fuentes de noticias alternativas, los rebeldes podían controlar el discurso, dictando la información y la interpretación que se difundía. Los militares también utilizarían ese control para dinamizar al pequeño grupo de colaboradores e intentar persuadir a otros de que se unieran a los rebeldes, especialmente otras facciones del ejército.

Pero los golpistas no habían actualizado el manual de prácticas militar para incluir la realidad de los medios sociales y la tecnología móvil. Como resultado, el intento de controlar la información disponible a los ciudadanos de a pie fue parcial y el mensaje del ejército quedó sofocado pronto por medios de comunicación nacionales e internacionales con un poder de amplificación mucho mayor. De este modo, la ventaja que inicialmente ganaron los militares por el factor sorpresa se debilitó rápidamente.

Pocas horas después del inicio del golpe, Erdogan utilizó la tecnología de vídeo de su móvil para comunicarse con el país, instando a los turcos a lanzarse a la calle y enfrentarse a los rebeldes. Su mensaje fue amplificado por redes sociales como Facebook y Twitter y complementado con imágenes de ciudadanos en frente y encima de tanques militares.

Los medios sociales también jugaron un papel decisivo al difundir en tiempo real el apoyo interno e internacional al presidente y al Gobierno turco, elegidos democráticamente. Estos mensajes también fueron difundidos por algunos de los detractores políticos de Erdogan a nivel nacional, que recurrieron a Twitter para condenar la intentona golpista, que, según ellos, no iba a producir el tipo de cambio adecuado.

Líderes internacionales como el presidente estadounidense, Barack Obama, manifestaron su apoyo a la democracia turca y a Erdogan.

La participación internacional e interna no sólo alimentó la curiosidad de los ciudadanos turcos sino que contrarrestó la certidumbre sobre el resultado del golpe que intentaba transmitir un pequeño grupo de militares que controlaba los medios estatales y algunas instalaciones clave; también socavó los intentos de los planificadores de la intentona de transmitir un estado de sitio. El flujo de información animó, empoderó y movilizó a los turcos para que hicieran frente a los rebeldes y a sus tanques.

La población pasó de ser receptora pasiva a ser participante activa en el presente y el futuro del país. Al cuestionar la información transmitida por los medios de información bajo control rebelde, evitó que un pequeño grupo de militares de rango medio convirtiesen las afirmaciones intencionadas de la victoria en una realidad.

Una cifra significativa de turcos formó de manera colectiva lo que las fuerzas militares en ofensiva temen más: multitudes de civiles obstruyendo su paso y complicando los planes operativos. La fuerza del pueblo fue transmitida tanto a nivel nacional como internacional a través de imágenes en las redes sociales de civiles que desafiaban a los rebeles en las calles. Esto indicó que los rebeldes no estaban ganando y, en última instancia, redujo las probabilidades de una victoria.

Al intuir una derrota, cientos de soldados rebeldes comenzaron a rendirse y se levantaron los bloqueos en las calles. Las imágenes en las redes sociales mostraban que los ciudadanos habían encontrado de nuevo la forma de tener un papel determinante en su destino político en concreto en lo que se refiere a cómo y quién los gobierna.

No es la primera vez que las redes sociales y la movilización han jugado un papel importante en incidir en los resultados o han permitido a los ciudadanos de a pie tener más influencia para asegurarse de que una pequeña minoría no imponga su voluntad a la mayoría. Y no es la primera vez que la voluntad del pueblo prevalece con la ayuda de la tecnología. Por ejemplo, en 2011 y 2013, millones de ciudadanos egipcios, ayudados por las redes sociales, sorprendieron al mundo con sus movilizaciones colectivas, lanzándose a la calle para influir en la forma en que se los gobernaba.

Al ayudar a frustrar un golpe contra un gobierno elegido legítimamente, las redes sociales han reforzado la democracia. Ésta es la otra cara de la moneda del uso trágico de esta misma tecnología para influenciar y radicalizar a los desfavorecidos.

La historia dejará escrito que los militares rebeldes y sus seguidores turcos no supieron entender cómo las redes sociales han cambiado las dinámicas tradicionales de los golpes de Estado militares. La tecnología contribuyó a evitar un resultado que, como mínimo, habría creado incertidumbre en uno de los países más grandes de Europa y un miembro de la OTAN. Esto habría sido otro acontecimiento que la "opinión de los expertos", tanto del sector privado como del público, no había anticipado. Ahora el reto para Turquía es asegurarse de que el legado de la intentona golpista sea el de reforzar la democracia y las instituciones legítimas.

Por Mohamed El-Erian.

Esta columna no refleja necesariamente la opinión de la comisión editorial ni de Bloomberg LP y sus propietarios.