(Bloomberg) De pronto, en Caracas los ricos y los pobres están menos divididos.

Durante la mayor parte de las dos décadas del experimento socialista, el este más rico y más blanco de la ciudad ha sido el epicentro de los ánimos antigubernamentales.

Ahora están surgiendo ruidosas protestas en los barrios más pobres --pero más calmados-- del oeste, que eran bastiones del asediado presidente Nicolás Maduro, mientras la delincuencia crece y los alimentos y medicamentos se vuelven más caros y escasos.

Habitantes de vecindarios como La Candelaria, a pocas cuadras del Palacio Presidencial de Miraflores, levantan barricadas y gritan consignas contra el gobierno de Maduro, golpeando cacerolas dentro de sus hogares.

Exigen cada vez más un cambio en el gobierno, indignados por la mala gestión y por la asamblea constituyente proyectada por Maduro para reformar la Constitución y tal vez tomar el control total.

"Todo el mundo protesta, sin diferencias, porque el hambre de comida y el hambre de democracia se han unido", dijo Carlos Julio Rojas, un activista de La Candelaria que ha sido amenazado por agrupaciones militantes progubernamentales denominadas colectivos.

Dijo que al activismo opositor se le están sumando en las protestas partidarios del gobierno, empleados públicos, amas de casa y desocupados.

Bases que se desmoronanLa propagación de disturbios en la capital del país plantea una amenaza nueva y más amplia a un régimen asediado. Los manifestantes contrarios al gobierno vienen saliendo a las calles de Caracas y otras ciudades importantes desde hace tres meses, denuncian a Maduro por destruir la economía y establecer lo que ellos llaman una dictadura.

Casi 80 personas han muerto en los enfrentamientos que se producen prácticamente a diario entre manifestantes y fuerzas de seguridad.

Los venezolanos se manifestaron con fuerza en contra el gobierno por última vez en 2014, con protestas que exigían la expulsión de Maduro, pero que finalmente se disiparon sin resultados. Esta vez, la oposición tiene un apoyo internacional significativo.

En el país, las defecciones clave dentro del partido gobernante y los disturbios en la zona oeste muestran que Maduro puede estar perdiendo elementos de la base que ha sostenido la ideología socialista.

La relativamente próspera zona este de Caracas, donde los manifestantes se reúnen casi todos los días, alberga media docena de centros comerciales, un pequeño distrito financiero y enclaves de clase media alta. El lado oeste es más viejo, más pobre y más peligroso.

Comprende al centro histórico, en el que están situados tanto el palacio presidencial y los ministerios como grandes barrios de clase trabajadora y la mayor parte de la vivienda pública. También es asiento de muchos barrios precarios de viviendas improvisadas.

En algunas áreas, los miembros de colectivos vigilan los movimientos de los líderes de la oposición. En otras, han tomado el control de edificios, hostigando y amenazando a los residentes si no siguen las políticas del gobierno.

Pero si bien en el lado oeste persiste la desconfianza sobre las motivaciones de la oposición y sobre cuál será su futuro bajo un nuevo gobierno, la indignación a menudo se está imponiendo sobre la duda y el miedo.