Redacción Gestión

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(Bloomberg).- De niño, vivió con su familia en el Amazonas peruano, donde su padre dirigía una colonia de leprosos, un chimpancé servía escocés por la noche y el idioma que se hablaba en la casa era el francés.

Cuando tenía 30 años y trabajaba como funcionario de alto rango del banco central de Perú, un general llevó a cabo un golpe de Estado y lo convocó, puso una pistola sobre el escritorio y exigió tener acceso a la reserva de dólares del país. Como Kuczynski se negó a obedecer, fue encarcelado pero escapó, caminando con el agua al cuello hasta llegar a Ecuador y montando un burro durante tres semanas.

PPK, que acaba de ganar la elección presidencial más reñida de la historia del Perú, es conocido tanto dentro como fuera del país pero sobre todo como un financista cortés, no por la vida llena de aventuras que lo llevó a esta búsqueda política. Esto en parte se debe a que, por ser producto de una educación inglesa, promocionar su propia biografía lo pone incómodo.

"Detesto hablar de mí mismo y parecer un beato", dijo una tarde reciente sentado en el comedor de su casa de Lima, donde podía verse el jardín florecido junto a una piscina tras una puerta ventana y un piano de cola en un salón cercano. Al otro lado de la calle hay una imponente pirámide inca, recordatorio de la era anterior a la conquista española y los millones de peruanos que no tienen origen europeo.

PPK superó por muy poco a y, si bien queda por dilucidar un puñado de votos impugnados, Fujimori reconoció su derrota el viernes.

Español, inglés, francés.PPK dice que su objetivo es sacar a la gente de la pobreza a través de la creación de empleo en el sector privado pero lleva su sofisticación sin intentar actuar como un hombre común. Pasa sin dificultad del español al inglés y el francés, idiomas que habla de manera impecable. Habla sin reservas, sin consultar documentos o asesores y a veces parece desconcertado por la cultura popular.

Esto se hizo evidente un domingo. Habiendo participado en dos actos de campaña y con otro por delante esa noche, Kuczynski almorzaba en el viñedo sureño de un acaudalado seguidor, rodeado por las viñas que cubrían las colinas de los alrededores y con vasos de pisco, el aguardiente local, sobre la mesa. Faltaban tres semanas para su victoria por escasísimo margen y estaba notablemente tranquilo. Una radio cercana que atronaba con música andina le pareció innecesaria.

"Ve usted", dijo riendo mientras que servían fuentes de comida. "En Perú, nunca se puede tener silencio. Siempre hay que tener música estridente".En muchos sentidos, Kuczynski es una elección natural para Perú en un momento de difíciles desafíos económicos. Fue ministro de hacienda dos veces, ocupó altos cargos en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y pasó años en Wall Street.

Sin embargo, a los 77 años, es no solo uno de los funcionarios electos más viejos de la historia de América Latina sino también en cierta forma un outsider. Educado en el exterior, músico clásico y autor de textos académicos, Kuczynski es más un hombre de mundo que un hombre del pueblo en una región en la que abunda el populismo. Y Fujimori, de raíces populistas, lo ha presentado como un elitista anciano que está al servicio de las grandes empresas.

Ricardo Luna, un amigo de toda la vida que fue embajador en el Reino Unido y los Estados Unidos, señaló: "No hace esto para dar lustre a su currículum. Es pragmático y ve cosas que sabe que puede lograr".