(Bloomberg) Los candidatos de la elección presidencial francesa de este domingo, Marine Le Pen y Emmanuel Macron, se parecen en un aspecto: no pertenecen a ninguno de los partidos tradicionales y prometen terminar con el estilo habitual de política.

Pero fuera de eso las diferencias son marcadas, y se podrían resumir así: Macron es una opción fiable y Le Pen es decididamente peligrosa.

Su partido, el Frente Nacional, está a favor del nacionalismo militante y la xenofobia extrema. Su antiguo líder –el padre de Marine, Jean-Marie Le Pen- se hizo famoso por calificar al Holocausto de mero detalle de la historia. Su hija, lamentablemente, es una política más eficaz.

Para quitarle toxicidad a la marca FN y ampliar su base electoral, expulsó a Le Pen del partido en 2015, presentándose en cambio como la candidata que "protegería" a Francia… de los inmigrantes, las elites en busca de rentas, la competencia destructora del empleo y los terroristas.

Sus videos de campaña muestran costas barridas por el viento, monumentos a la gloria de Francia y apelaciones a los votantes para que elijan una "opción de civilización". Todavía hoy la renovación de su marca continúa.

Dejó el cargo de líder del partido después de la primera vuelta electoral porque dijo que quería ampliar su atractivo, y la semana pasada anunció que un respetado político de centroderecha, Nicolas Dupont-Aignan, sería su primer ministro si resultara elegida.

Pero bajo la nueva capa de pintura los mensajes son los de siempre de Le Pen. Reescribe la historia, negando la responsabilidad de Francia en la redada de Vel d'Hiv de 1942, cuando 13,000 judíos fueron detenidos y deportados a los campos de concentración nazis.

Fustiga a los "islamistas" por poner en peligro el estilo de vida francés y lanza advertencias sobre "un totalitarismo que amenaza a nuestro país". Celebró la elección de Donald Trump como preanuncio del futuro, "no el fin del mundo sino el fin de un mundo". En realidad, Trump parece moderado en comparación.

La plataforma de campaña de 144 puntos de Le Pen es una crítica al orden mundial posterior a 1945. Su objetivo es recuperar las fronteras rígidas, la moneda nacional y la gestión estatal de grandes sectores de la economía. La inmigración casi se interrumpiría y las importaciones se gravarían para favorecer a los productos franceses.

Lejos de proteger a Francia, esas medidas tirarían abajo una economía que ya tiene dificultades.

Por otra parte, el pensamiento que les da sustento es totalmente incongruente con el compromiso tradicional de Francia con la Unión Europea.

El Brexit será un duro golpe para la UE, pero la unión puede arreglárselas sin el Reino Unido. Lo mismo no vale para Francia. Un presidente francés tan estentóreamente hostil a la UE como Le Pen sería una amenaza mortal para todo el proyecto europeo.

Los votantes franceses tienen muchos motivos para estar disconformes. Después de años de bajo crecimiento, alto desempleo y una cultura política plagada de escándalos, tienen razón en sentirse defraudados por los principales partidos, y muchos ven al voto por Le Pen como una forma de protesta contra un establishment gobernante osificado.

Eso explica su grado de apoyo en los sondeos: en aproximadamente 40%, es demasiado alto para estar tranquilos.

Le Pen es el vehículo equivocado para canalizar ese descontento. Elegir a Macron, ex ministro de economía con algunas buenas ideas en materia de políticas, de todos modos daría un mensaje que los partidos tradicionales no pueden pasar por alto. Elegir a Le Pen sería extremadamente imprudente… y un revés de proporciones históricas tanto para Francia como para Europa.