(Bloomberg) Hay muchos datos interesantes sobre los refugiados que llegaron a Europa en el informe más reciente de Pew. Pero este dato es más inquietante que interesante: sólo el 27% de los refugiados son mujeres. En cada grupo etario, y de casi todos los países de origen, hay menos mujeres que hombres. Y la diferencia es aún más pronunciada entre los inmigrantes procedentes de África, Oriente Medio y la India. Gambia, Bangladesh y Pakistán, por ejemplo, casi no envían mujeres. En términos generales, la cantidad de refugiados casi duplica a la de refugiadas.

Hay dos escenarios que se desprenden de este hecho. El primero es que los países de destino simplemente terminan con un desequilibrio entre el número de hombres y el número de mujeres en sus poblaciones. Eso sería un problema; incluso una demografía ligeramente desequilibrada puede tener implicaciones sociales sustanciales. Los refugiados –ya predispuestos a experimentar aislamiento, desconexión y desafección de la sociedad de destino– también tendrán que soportar la desesperación de los hombres que tienen pocas esperanzas de establecer una relación a largo plazo con una mujer e iniciar una familia. Esta es una receta para el desastre.

¿Así que por qué no permitir que más mujeres emigren de los países de origen de esos hombres? Esto agravaría otros problemas.

El año pasado la población de varios de los destinos más populares entre los inmigrantes creció más de 1 punto porcentual. (Estados Unidos ha sido por mucho tiempo el destino más popular del mundo para los inmigrantes. En comparación, experimentó un aumento similar a lo largo de 10 años, de 2005 a 2015.) Permitir que un número suficiente de mujeres solucionen el desequilibrio de género implicaría algo como otro aumento de medio punto porcentual durante un período muy corto.

Como lo he dicho en repetidas ocasiones en mi columna, estoy muy a favor de la inmigración. Pero las culturas, en particular las homogéneas, necesitan algo de tiempo para absorber y asimilar los flujos migratorios. La ola de refugiados del año pasado trastocó los sistemas político y social de muchos países. Aumentarla de nuevo en 50% o 33% podría hacer colapsar esos sistemas.

Desafortunadamente, en este momento no quedan buenas opciones. Las personas ya están allí; Europa no puede volver atrás y exigir una ola migratoria más equilibrada en cuestión de género. Podría negar la mayor parte de las solicitudes y enviar a la mayoría de los hombres de vuelta a los países de donde provienen. Pero eso es poco probable, ya que tanto la política de refugiados de la UE como buena parte de la clase política se han comprometido públicamente albergar a muchas de estas personas, así que sería difícil dar marcha atrás en esos compromisos.

También sería difícil desde el punto de vista político aumentar radicalmente la inmigración de las mujeres en respuesta a la ola migratoria masculina. Sin embargo, un desafío político a corto plazo es preferible antes que una crisis social cocinándose a fuego lento.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de Bloomberg LP y sus dueños.

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