(Bloomberg) El período previo al anuncio del presidente Donald Trump este jueves de que Estados Unidos se retiraría del acuerdo de París sobre el clima ilustró los enfoques inconsistentes que están adoptando tanto Estados Unidos como otros grandes países.

Cuanto más persista esta situación, mayor será la posibilidad de que el afán de beneficios a corto plazo de Estados Unidos en algunas áreas se manifieste no sólo a riesgo de un daño a más largo plazo, sino que también socave una estructura global general que le ha sido útil y que podría serlo todavía con el tiempo.

Después de las amenazas iniciales de desmantelar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN-NAFTA), Trump advirtió a los otros 194 signatarios del acuerdo de París de 2015 que Estados Unidos analizaba la posibilidad de retirarse de este pacto negociado arduamente.

La industria estadounidense, otros países, Naciones Unidas y la Iglesia Católica, entre otros, reaccionaron a esto con desazón. También llevó a que otros países importantes a nivel sistémico anunciaran un compromiso de atenerse a los términos del acuerdo, independientemente de lo que terminara haciendo Estados Unidos.

En este caso, a diferencia de lo sucedido en el comercio internacional, Trump cumplió con su advertencia. Anunció que Estados Unidos ya no será parte del acuerdo, que dejará de cumplir con los requisitos económicos y otros y sólo volverá a incorporarse si se renegociaran las condiciones a favor de su país.

Asimismo, contrariamente a lo que ocurrió con las disposiciones comerciales existentes, donde los grandes socios comerciales estadounidenses (Canadá, China y México) señalaron una apertura a negociar antes de que Estados Unidos actuara en forma unilateral, el resto del posicionamiento mundial en cuanto al acuerdo de París no estuvo lo suficientemente informado por las ideas de la teoría de juegos. Por consiguiente, fue poco efectivo a corto plazo y probablemente resultará, a la larga, insostenible.

Para poder entender esto mejor en el marco de una teoría de juegos simplificada, y empleando sus términos, imaginemos que Estados Unidos decidió ahora jugar lo que antes era un juego global de cooperación de una manera no cooperativa.

Dado que es el país más poderoso del mundo, es una metodología creíble para Estados Unidos y que, en determinadas circunstancias, podría incluso producir ganancias inmediatas a corto plazo.

En el caso particular del acuerdo de París, por ejemplo, los posibles beneficios a corto plazo derivan de la noción de que Estados Unidos puede aprovecharse de los compromisos climáticos de otros, minimizando al mismo tiempo sus contribuciones financieras y manteniendo una amplia flexibilidad respecto de cómo promociona y utiliza sus recursos energéticos.

Sin embargo, a largo plazo, la ausencia estadounidense debilitaría severamente el impacto ventajoso del acuerdo. Y dado que no puede aislarse de los efectos del cambio climático global, Estados Unidos también enfrentaría una serie de amenazas ambientales y relacionadas con el medio ambiente.

Esta situación también deja a otros participantes en una posición difícil.

Si bien otros países pueden coludir y tratar de actuar por su cuenta, es poco probable que su acción colectiva baste para alcanzar los objetivos del acuerdo, que se proponía ser más un pilar que un destino.

Se verían encerrados con los Estados Unidos en un "dilema del prisionero" --es decir, una situación en la que ambas partes terminan en una situación peor de la que, siendo realistas, habrían conseguido si hubieran cooperado en forma creíble.

Si les preocupa la sostenibilidad ambiental, y así debe ser, no tendrían entonces más opción que la de tratar de unirse con Estados Unidos en busca de una nueva solución colectiva a un problema común y una responsabilidad compartida.

Mientras tanto, el daño potencial no se limitaría al medio ambiente. Teniendo en cuenta la naturaleza profunda de las interconexiones y las interdependencias transnacionales, los episodios de este tipo erosionan la integridad y la efectividad del sistema global, amenazando con una fragmentación costosa que reduce los resultados en los que todos ganan, socava la acción colectiva e impone una mayor necesidad de que los países individuales se cubran a sí mismos.

Si hubieran estado más abiertos a las ideas de la teoría de juegos, los líderes de otros países importantes a nivel sistémico quizá podrían haber reducido el daño potencial persiguiendo un enfoque similar al que adoptaron los socios comerciales estadounidenses en respuesta a su retórica relativa a desmantelar acuerdos comerciales existentes e imponer grandes aranceles: señalando preventivamente su disposición a negociar y, de esa manera, dando a Estados Unidos más incentivos para mantener un enfoque de cooperación.

A muchos países les resulta desagradable el enfoque unilateral transaccional que Estados Unidos pretende adoptar actualmente en interacciones transnacionales importantes.

Pero en tanto el país sea dominante en ciertas áreas y busque ganancias tácticas a riesgo de un daño estratégico a más largo plazo, no tienen muchas más opciones que reajustarse por ahora a esta nueva realidad.