(Foto: USI)
(Foto: USI)

Por Mac Margolis (*)
Los peruanos nunca han sido fáciles con sus líderes. Para la tierra que eligió a Alberto Fujimori para luego verlo desmantelar la democracia, violar los derechos humanos y huir del país para volver encadenado, tal vez eso sea lo mejor.

Así que cuando un vicepresidente de bajo perfil (el gobierno de Perú tiene dos), que también fue embajador en Canadá, se vio obligado a ocupar el primer puesto en marzo, luego de la renuncia del presidente Pedro Pablo Kuczynski por el escándalo de los sobornos de Odebrecht, los peruanos no tenían muchas expectativas. Si los grandes políticos como los expresidentes Ollanta Humala, Alejandro Toledo y Alan García habían caído en descrédito o en prisión, ¿qué se podía esperar de, un presidente provisional con sólo dos años para demostrar su valía?

Mucho, según parece. Hace ocho meses, el 81% de los peruanos nunca había siquiera oído hablar de él; hoy la estrella política de Vizcarra está en ascenso. Mientras el Congreso, el Poder Judicial y el Gobierno central sufren de una mala reputación, jugó para la galería y ganó a lo grande. Una encuesta publicada el domingo mostró que su índice de aprobación es de 61%, y sólo el 28% de peruanos está en desacuerdo con sus políticas.

La estatura de Perú entre los inversores también ha aumentado. Tras retroceder desde el 2015, la inversión extranjera directa se disparó 43% en el primer semestre de este año, sólo por detrás de Chile, a pesar de haber disminuido 6% a nivel regional. Los sectores desde el cobre hasta los arándanos están floreciendo. Esa es una buena noticia para una economía que había perdido ímpetu debido no sólo a las turbulencias internas, sino también a la desaceleración de la economía mundial.

Lo que logró comprender, y lo que los políticos de alto rango de toda América Latina están aprendiendo por las malas, es que el anonimato es el nuevo carisma. Sobre todo en la era del caso Lava Jato: la represión contra la corrupción y el soborno en Brasil, que ha deshonrado a funcionarios públicos y a sus corruptos habilitadores corporativos en todo el continente americano. Jugar la carta del forastero también "le dio mucha maniobrabilidad para tratar con el Congreso", dijo Abhijit Surya, de Economist Intelligence Unit.

Sin embargo, la verdadera razón del éxito de , dice Surya, fue lo que hizo con su prestigio: desde el comienzo de su mandato, aprovechó su anonimato y sus estrechos vínculos con partidos establecidos para movilizar a los votantes cansados. Durante sus primeros días en el cargo anunció un ambicioso programa de desarrollo de infraestructura y reconstrucción, y visitó las 25 regiones administrativas de Perú, para relacionarse con los líderes comunitarios.

había sobresalido por la política en terreno durante su mandato (2011-2014) como gobernador provincial. "La política peruana es provincial, tóxica y a menudo aburrida, razón por la cual, en parte, la economía ha seguido funcionando bien a pesar de las turbulencias políticas", dijo el analista financiero Guillermo Parra-Bernal, con sede en Sao Paulo, quien investigó sobre el historial de en la reducción de las tensiones entre las comunidades locales y la industria minera. "Siempre fue visto como un hombre capaz de construir consenso en un lugar lleno de ruido", me dijo Parra-Bernal.

La prueba para llegó en julio, cuando su índice de aprobación comenzó a bajar, y la legislatura controlada por la oposición estaba rechazando su iniciativa de reformar los sistemas políticos y judiciales comprometidos. Tras asumir el mando luego del escándalo, Vizcarra se había comprometido a dar prioridad a la lucha contra la corrupción "a cualquier precio". Su oportunidad llegó bajo el pretexto de otro escándalo más, que esta vez involucraba a algunos de los más altos magistrados de Perú, que habían sido captados en cintas de audio supuestamente discutiendo un esquema de soborno.

El 28 de julio, Día de la Independencia del Perú, pidió al Congreso que aprobara sus reformas y las sometiera a un referéndum nacional. La pieza central: una reestructuración judicial radical que proponía destituir a los jueces sospechosos.

En esencia, estaba desafiando al congreso a una jugada de póquer político: Aprobar las reformas o convocar nuevas elecciones. La apuesta era que habiendo recién depuesto a un presidente y generado turbulencia en el país, incluso los partidarios más fervientes se resistirían a desencadenar más agitación política.

Un giro en el destino fue seguido de una buena política. A principios de este mes, en otra fase del escándalo de Odebrecht, la policía arrestó a la líder opositora Keiko Fujimori, del Partido Fuerza Popular, y solicitó el arresto de varios de sus aliados más cercanos. Ella ha negado los actos ilícitos y acaba de ser puesta en libertad, pero los cargos han debilitado al adversario político más feroz de Vizcarra (aunque podrían desencadenar represalias por parte de los militantes fujimoristas).

El grado de transformación de las reformas propuestas por es una pregunta abierta. Prohibir que los legisladores busquen mandatos consecutivos podría ser inocuo (dada la alta rotación en el Congreso) o peor aún, eliminar a los legisladores más experimentados de su cargo. Restaurar el sistema bicameral podría fortalecer la creación de consenso, o diluirlo, dependiendo de cómo un congreso dividido equilibre la ley.

La paradoja en Perú es que, aunque nuestro sistema político ha sido inestable por mucho tiempo, la economía continuó creciendo", señaló Jorge Valladares, académico de representación democrática y ex jefe de programa del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, con sede en Estocolmo. "Lo que arriesgamos ahora es una disfunción política y una economía lenta. Es un buen momento para arreglar la política".

La regulación del financiamiento de campaña y la reestructuración del sistema judicial podrían ser aún más importantes para restaurar el inestable estado de derecho en Perú y la debilitada confianza en las instituciones nacionales y sus representantes electos. Nadie necesita convencer a Vizcarra de lo mucho que eso importa.

(*) Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.