AFP.- Con la promesa de un gobierno de "mano extendida" para la oposición, el oficialista Lenín Moreno sucederá este miércoles al explosivo y carismático presidente Rafael Correa, quien promovió en Ecuador el socialismo desde que asumió en el 2007.

El mediadorComo presidente electo, el afable Lenín Moreno emprendió su tarea con una consigna: mediar con sectores a los que el correísmo les sacó tarjeta roja.

Con 2.3 puntos porcentuales por encima el derechista Guillermo Lasso en el balotaje de abril, Moreno, de 64 años, se convirtió en el sucesor de Correa para continuar con la orientación socialista.

"El poder es un ejercicio de humildad, de servicio; no de vanidad", expresó Moreno, padre de tres hijas y abuelo de trillizos.

Licenciado en Administración Pública, Moreno insiste en que es necesario "el estilo de la mano extendida" para gobernar.

Y lo demostró al reunirse con la banca privada, duramente cuestionada por Correa, y sugerir cambios en una polémica ley de Comunicación, impulsada por el oficialismo y tildada de "ley mordaza" por un sector de la prensa.

Autor de libros de humor, con estudios de medicina y psicología, Lenín como le llaman sus simpatizantes es un maestro masón decidido a someter a una "cirugía mayor" a la corrupción y fortalecer planes para dotar de vivienda a los pobres, procurarles atención en salud e impulsar el emprendimiento de los jóvenes.

Nacido en la apartada localidad amazónica de Nuevo Rocafuerte (este y frontera con Perú), Moreno impulsó como vicepresidente de Correa (2007-2013) la Misión Solidaria Manuela Espejo, un diagnóstico a nivel nacional de las personas con discapacidad como él.

El cambio que generó con su programa social le valió ser nombrado en el 2014 enviado especial del secretario de la ONU sobre Discapacidad y Accesibilidad.

El mandatario se desplaza en silla de ruedas, tras sufrir una paraplejia ocasionada por un disparo que recibió durante un asalto en 1998. Él será el primero con discapacidad en asumir la presidencia ecuatoriana.

El incansableCuando asumió en enero del 2007, el presidente saliente, Rafael Correa, se enfrentó a un país con fama de ingobernable: había contado siete mandatarios (tres de ellos derrocados) en diez años.

Con una agenda sin descanso y una nueva Constitución redactada por una Asamblea Constituyente, Correa aplicó una serie de cambios con los que promovió el socialismo en Ecuador. Privilegió la inversión social, limitó las ganancias a petroleras y decidió no pagar un tercio de la deuda externa por considerarla ilegítima.

"Tuvimos éxito. Entrego un país totalmente distinto al que recibí", dijo el sábado al despedirse de miles de seguidores.

Carismático y temperamental, Correa recorrió en una década todo el país con sus informes semanales, en los que no dudó en criticar abiertamente a sus detractores, entre ellos sectores de indígenas (que se oponen a la explotación petrolera y minera) y de la prensa, a la que tacha de "corrupta" y "mentirosa".

Este economista de 54 años nació en un hogar humilde en Guayaquil (suroeste) y gracias a becas estudió una maestría en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) y obtuvo su doctorado en la Universidad estadounidense de Illinois.

Casado con la belga Anne Malherbe y padre de tres hijos, Correa se define como un académico y ha expresado su deseo de volver a las aulas tras dejar la presidencia, para la que fue elegido en tres ocasiones.

El mandatario saliente vivió su momento más difícil el 30 de setiembre del 2010, cuando cientos de policías se rebelaron contra una ley que cambió su régimen salarial.

Ante la violencia y el rechazo a dialogar de un cuartel amotinado en Quito, al que acudió, Correa se refugió en un vecino hospital policial del que fue rescatado por militares en medio de una balacera que dejó diez muertos.

"Han sido años difíciles, intensos, pero muy felices y llenos de satisfacciones. La mayor, sin duda, el cariño de todo un pueblo", manifestó hace poco.