“Por la pandemia y sus consecuencias, la campaña electoral ha pasado a un cuarto o quinto plano”.  (Foto: ONPE)
“Por la pandemia y sus consecuencias, la campaña electoral ha pasado a un cuarto o quinto plano”. (Foto: ONPE)

Una de las preguntas que se hacen muchos en estos días es si las elecciones se realizarán en la fecha señalada o serán postergadas.

El Gobierno ha ratificado su decisión de realizar las elecciones el 11 de abril, y no habría, en principio, por qué dudar de esa intención.

Sin embargo, hay quienes creen que la postergación es inevitable porque el período más dramático de la segunda ola será hacia los meses de marzo y abril. Otros en cambio señalan que existen formas de realizar las elecciones aun en plena pandemia, como ha ocurrido en otros países, con alternativas como ampliando la cantidad de locales de votación, extendiendo el horario de votación, o realizando las elecciones en más de una fecha.

Hay también los que piensan que la intención del Gobierno es postergarlas de todas maneras para beneficiar a algún candidato u orientar el voto; y hay candidatos que están planteando cambiar de fecha, pensando solo en su interés particular, y disfrazando su planteamiento de preocupación por la salud.

En este sentido hay que decir que el Gobierno y el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), involuntaria o voluntariamente, están haciendo pocos esfuerzos por mostrar una real y verdadera neutralidad, por lo que dan pie a que existan versiones en el sentido de un cierto manejo y participación no tan pulcra.

A los extremadamente exigentes procesos y curiosos fallos del Jurado, o los colores morados de inicios de la gestión presidencial actual, se suman otros hechos como el sucedido ayer.

¿Por qué tuvo que participar el presidente de la República en la firma del Pacto Ético Electoral dando un discurso dirigiéndose a los candidatos?, ¿no prometió el presidente neutralidad absoluta?, ¿acaso esa no es una ceremonia –si es útil es otra discusión- que le compete solo al organizador de las elecciones y a los candidatos?, ¿no es el presidente –por más renuncias formales- congresista, militante, y hasta hace poco candidato a la segunda vicepresidencia de un partido político que compite en estas elecciones?, ¿no debería el presidente de la República eximirse de participar y estar alejado de toda relación, directa o indirecta, con cualquier proceso o acto que involucre a los candidatos o a los partidos en contienda?

Al parecer, el Jurado Nacional de Elecciones no aprendió de una reciente lección. La extraña participación de Martín Vizcarra en la entrega de credenciales a los congresistas electos en el 2020 generó una ola de justificadas críticas contra el ente electoral. Ayer, el JNE volvió a cometer el mismo ¿error?

Es verdad que la pandemia y sus consecuencias han copado toda la atención de la ciudadanía. La población solo quiere saber qué pasará con su salud, qué decisiones tomará el Gobierno, cuándo llegará la vacuna, cómo enfrentar la crisis económica que todo esto genera a cada hogar, y cómo librarse de todos los males que nos aquejan (virus, cuarentena, delincuencia, etc.). Por ello, la campaña electoral ha pasado a un cuarto o quinto plano.

Pero no por ello, el JNE o el Gobierno pueden dejar de cumplir cabalmente con sus compromisos. Y la neutralidad es uno de los principales.