Vivimos todavía una situación sumamente tensa y polarizada. Apenas anteayer ha jurado el nuevo presidente, y sin embargo ya escuchamos sobre vacancia, cuestión de confianza, cierre del Congreso, etc.
La razón, la prudencia, y hasta un elemental “instinto de supervivencia”, hubiesen aconsejado al nuevo Gobierno ofrecer –en Fiestas Patrias bicentenarias– mensajes conciliatorios o convocantes. Claro, eso si se quiere conciliar, convocar y generar consensos.
Pero no fue así. Al nombrar sorpresivamente al cuestionado congresista Guido Bellido como primer ministro, Pedro Castillo no solo ha generado una crisis política a las 24 horas de haber jurado el cargo, sino que además ha lanzado una señal tan cuestionable, que hasta sus propios aliados y defensores lo han criticado duramente y lo han abandonado.
Hay quienes cuestionan al nuevo primer ministro (de quien va a depender la Dirección de Inteligencia Nacional) por su actuación política y mediática antes y durante la campaña electoral (que incluye la apertura de investigación por presunto delito de apología de terrorismo), y por su vinculación a los temas relacionados con la cuestionada actividad de Perú Libre.
Y hay quienes lo hacen para atacar en realidad a Vladimir Cerrón. Bellido es uno de los más cercanos a Cerrón, y ha sido la pieza que él y el nuevo presidente han puesto para reemplazar al también cuestionado Roger Nájar, para que nada cambie. Nájar y Bellido representan lo mismo para Cerrón y Castillo.
Hemos escuchado y leído a distintas personas (unas ingenuamente y otras de manera interesada) señalar que Pedro Castillo quería y buscaba alejarse o romper con Vladimir Cerrón. Incluso se señalaba que las últimas intervenciones públicas de Cerrón eran manejos desesperados porque estaba perdiendo influencia con Castillo. Nada más alejado de la realidad, y la presencia del nuevo premier y varios ministros así lo demuestra.
La designación de Bellido como titular de la PCM muestra que la influencia de Cerrón y la hegemonía de Perú Libre (y quizás la de su ideario) es mucho más fuerte que la de cualquier aliado y de cualquier plan bicentenario.
Y con respecto a Pedro Castillo, significa que piensa igual que Cerrón y está plenamente de acuerdo con él, o lo une a él algo que no conocemos y es mucho más fuerte que lo que podría unirlo a sus aliados. Lo otro sería pensar que el nuevo presidente es tan débil de carácter que se deja presionar por Cerrón, lo que sería muy lamentable.
Por otra parte, el nombramiento de Bellido significa que Pedro Castillo y Vladimir Cerrón, en lugar de ampliar la base de su gobierno para ganar legitimidad, se encierran en Perú Libre para desde allí gobernar.
Casi a la medianoche, improvisando y con “parches”, juró un gabinete muy cercano a Perú Libre, muy alejado del consenso y el reconocimiento general, con gente inexperta en plena crisis, con solo dos mujeres.
Y el otro mensaje que pudo ser mejor fue el del 28 de julio. Mucho de lo que se dijo en la parte histórica es verdad. Pero se quedó solo en la parte negativa. No se dijo nada de lo que muchos peruanos hicieron para levantar el país después de cada grave crisis (como la del terrorismo que no se mencionó, ¿por qué?), o del ejemplo que muchos nos dieron en cada etapa de nuestra historia.
Por momentos pareció un discurso de campaña leído con más calma, con muchas promesas –seguramente con muy buena intención–, una lluvia de millones que no se sabe de dónde caerán, y algunas propuestas para tomar con pinzas (rondas, servicio militar, etc.). Nada de una convocatoria a los sectores políticos o al sector privado, nada de esfuerzos conjuntos.