(Bloomberg View).- Un detallado informe sobre la campaña presidencial de publicado el domingo por The New York Times, y su negativa a apegarse a los discursos que le escriben sus asesores, tocó la fibra sensible del candidato republicano.

Como Trump acostumbra hacer cuando se siente atacado, acudió a las redes sociales y lanzó una andanada de tuits criticando al Times como el siguiente:

"Si los medios de comunicación repugnantes y corruptos me cubrieran con honestidad y no tergiversaran el significado de cada palabra que digo, estaría superando a Hillary por 20%".

Dos días antes, luego de que otros medios de comunicación publicaron disecciones de los errores y atropellos de Trump (incluyendo sus comentarios sobre la Segunda Enmienda), el magnate inmobiliario fue más ameno en sus dimes y diretes con la prensa:

"Me encanta ver a estas pobres personas patéticas (especialistas) en televisión trabajando tan duro y con tanta seriedad para intentar descifrarme. ¡No pueden!".

Sin embargo, por mucho que Trump arremeta contra los medios de comunicación, e independientemente de cuánto se jacte de ser inescrutable, ha buscado durante décadas la atención de reporteros, escritores, conductores de talk-shows y casi cualquier otra persona con una pluma, una cámara, un micrófono o un teclado.

El ascenso de Trump en las décadas de 1970 y 1980 – del hijo de un promotor inmobiliario de los suburbios de Nueva York a uno de los constructores de Manhattan de los que más se habla – dependió considerablemente de su incesante cortejo a la prensa. Cuanto más se involucró con los medios de comunicación en esos primeros años, más se dio cuenta de cuán interesados estaban algunos entrevistadores en retransmitir sus excéntricas declaraciones.

"Una cosa buena que he aprendido sobre la prensa es que siempre está ansiosa por tener una buena historia, y cuanto más sensacionalista, mejor", aconseja a los lectores en su autobiografía de 1987 "The Art of the Deal". "La cuestión es que si eres un poco diferente o extravagante o si haces cosas que son atrevidas o controvertidas, la prensa va a escribir sobre ti".

Las operaciones de Trump, independientemente de su magnitud, consiguieron mucha atención de los medios en ese entonces, al igual que el matrimonio con su primera esposa, Ivana. Cuando ese mundo comenzó a desmoronarse – Trump perdió gradualmente el control de algunas inversiones inmobiliarias, un hotel y una línea aérea; él y sus casinos se declararon en quiebra y su matrimonio acabó en divorcio-, la atención de los medios de comunicación se volvió mucho más crítica.

La respuesta de Trump a esos problemas fue atribuirlos, en parte, a los medios, en lugar de culparse a sí mismo.

"Yo creía que sabía mucho sobre la prensa – nadie controla a la prensa y solo un tonto podría decir que lo hace-, pensé que sabía mucho, creí comprender a la prensa y luego me di cuenta de que no es así", dijo a Larry King en una entrevista de televisión en 1990. "La prensa es muy deshonesta".

Más de una década después, tras el éxito de la serie "The Apprentice" (El Aprendiz), Trump todavía culpaba a los medios de comunicación por ser demasiado duros con él durante sus debacles empresariales anteriores.

"Creo que tengo la peor prensa del mundo", dijo a relacionistas públicos en 2004. "Lo tomo como algo muy personal".

Aquí diré que Trump también se ha tomado mis propias notas sobre él como algo personal. Me demandó por difamación en el 2006, argumentando que una biografía que escribí de él, "TrumpNation", describía injustamente su historia de negocios y riqueza. La demanda fue desestimada.

La capacidad de Trump para trabajar con la prensa siempre ha sido impresionante. Pregunte a cualquier reportero que haya cubierto a Trump antes de la elección y le dirá que hablar con él por teléfono era notablemente (y refrescantemente) fácil. Si uno llamaba al número principal de la Torre Trump identificándose como reportero, al poco tiempo tenía en la línea a Trump, con frecuencia para hablar con él por mucho tiempo.Y ese contacto iba en ambas direcciones.

Trump enviaba cartas y recortes de prensa a los reporteros que cortejaba, solo para mantenerlos al tanto de las novedades. (No usa el correo electrónico). Los recortes que me mandaba a menudo venían acompañados de notas en mayúsculas con útiles sugerencias como "Interesante" o "Mira" en los márgenes. Las cartas, que llevaban la firma tipo sismógrafo de Trump, contenían noticias acerca de "El Aprendiz" y su nivel de audiencia; fotos de revista de la tercera esposa de Trump, Melania, vestida con poca ropa e incluso copias de anuncios de los que Trump estaba orgulloso (como uno de un detergente que promovía que recibí junto con una nota de él en la que escribió: "Big Bucks!" (mucho dinero).

Trump me dijo una vez que establecía esos nexos fuertes con la prensa porque le gustaba la sensación de poder que le daban, especialmente el poder de promocionarse y responder a sus críticos.

"Tengo un activo que creo que nadie más tiene. Y es que, si alguien escribe mal sobre mí, en cierto sentido tengo mi propio periódico", me dijo hace una década. "Tengo la capacidad de defenderme en los medios de comunicación".

Trump hizo esa observación en la era pre-Facebook y pre-Twitter, y el poder del que hablaba ha crecido desde entonces. El Donald Trump que entró en la arena presidencial en el verano del 2015 y fue derrotando a sus opositores republicanos estaba envalentonado por los medios sociales y la cobertura mediática gratuita, aunque en ocasiones poco cuidadosa, tal como el joven desarrollador y la creación de los medios que empezó a hacer ruido en Nueva York en los años 80 y era adulado por algunos conductores de talk shows y escritores de chismes.

"Yo uso a los medios de comunicación como ellos me usan a mí: para llamar la atención. Una vez que tengo la atención, depende de mí usarla a mi favor", escribió Trump en "Crippled America", un libro que publicó el otoño pasado. "Aprendí hace mucho tiempo que, si no tienes miedo de ser franco, los medios escribirán sobre ti…, así que a veces hago comentarios escandalosos y les doy lo que quieren, lectores y espectadores, para presentar mi argumento. Soy un empresario con una marca para vender".

En la contienda presidencial de 2016, la mayoría de los medios de comunicación no han sido del todo complacientes con Trump, ni han sido enteramente críticos. En lugar de ello, muchos medios de comunicación pasaron la mayor parte del año esperando a ver cuán en serio tomarse el fenómeno. Pero ahora que Trump es el candidato del Partido Republicano a la presidencia, está siendo sometido a un nivel de escrutinio de los medios que nunca había experimentado antes.

Una parte importante del daño a la campaña de Trump es autoinfligido, e infligido por el propio Trump. Los votantes pueden haber aceptado las críticas de Trump a figuras que no son queridas, como los políticos y los periodistas, durante las primarias del Partido Republicano, pero pusieron un alto a los ataques de Trump contra otros blancos, como un juez, un reportero con discapacidad y la familia de un militar caído en acción.

Si los problemas de Trump continúan, es de esperarse que intensifique sus ataques a los medios de comunicación, como hizo a principios de los años 1990, cuando sus proyectos inmobiliarios y sus casinos empezaron a derrumbarse.

De hecho, esas expectativas se han cumplido. El verano pasado, cuando Trump fue criticado por sugerir que la periodista Megyn Kelly lo había interrogado de forma agresiva porque estaba menstruando, dijo que el escrutinio fue "impulsado por la prensa". Cuando perdió en Iowa en febrero, dijo que los medios de comunicación "no cubrieron su derrota de manera fiel". Cuando los periodistas le preguntaron en mayo cuánto dinero había donado en realidad a los veteranos, Trump dijo que "nunca había recibido tan mala publicidad" y que la prensa era "increíblemente deshonesta". En junio dijo en el programa "Today" que la prensa lo estaba "tratando de forma increíblemente injusta".

Lo que no debemos esperar es que Trump y su campaña admitan que han cometido errores.

Por Timothy L. O'Brien.

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