(AFP) Con sus computadoras portátiles y documentos jurídicos, cientos de jóvenes abogados se apretujan en un restaurante del aeropuerto JFK de Nueva York para ayudar a inmigrantes de origen musulmán y refugiados detenidos tras un del presidente Donald Trump.

Entre una veintena de mesas en el corazón del hall de entrada de la terminal 4 se ha montado un verdadero cuartel general de la resistencia al decreto que cerró las fronteras de Estados Unidos a los ciudadanos de siete países de mayoría musulmana.

Se llaman a sí mismos "NoBanJFK", y cuentan entre sus filas con muchos abogados, intérpretes de farsi, urdu, somalí o árabe y nuevos voluntarios que siguen llegando, algunos con alimentos y bebidas.

El lunes de mañana, 42 de las 46 personas detenidas en JFK desde el viernes de noche ya habían sido liberadas, según un comunicado divulgado el lunes por "NoBanJFK" en su cuenta Twitter. Dos personas fueron deportadas y se desconocía el paradero de dos más.

Pero más de 40 abogados siguen trabajando en el aeropuerto, preguntando sobre otros arribos y respondiendo a las inquietudes planteadas por el decreto, vía una "hotline" dedicada al tema.

"Este no es el país que todos amamos"Camille Mackler, abogada de una ONG de defensa de los inmigrantes que ayuda a coordinar este trabajo desde el sábado, asegura que el decreto firmado por el presidente Trump "no representa a Estados Unidos".

"Este no es el país que todos amamos. Más que nada envía el mensaje equivocado, tanto a los estadounidenses como al resto del mundo", sostiene.

Al mismo tiempo, Camille, de 37 años, reconoce que nunca estuvo "tan orgullosa de nuestros abogados, que habitualmente tienen una mala reputación", como si fuesen tiburones esperando el menor diferendo para presentar una demanda y ganar dinero.

"Un amigo me dijo que 'los abogados están teniendo su momento de estrellas de rock'. Y me siento realmente como una estrella en este momento", dice sonriendo.

Como para darle razón, un joven llamado Jason Stump se presenta con su novia para ofrecer ayuda a los abogados. Es empleado de un hotel de Manhattan.

"No pudimos venir este fin de semana porque trabajábamos, pero queríamos mostrar nuestra solidaridad con los abogados que hacen un trabajo tan importante", explica.

Siobhan Atkins, de 29 años, abogada penal de Manhattan, le agradece con una sonrisa de oreja a oreja. Como muchos abogados presentes, en gran medida sin experiencia en temas migratorios, es la primera vez que se moviliza para una gran acción de oposición al poder.

"Este fin de semana, al ver lo que sucedía, me sentí realmente indefensa. Tengo la impresión de que el país cambia a toda velocidad, que ya no reconocemos este lugar que amamos", destaca.

De la unión nace el poderEntonces fue a Facebook, que en general detesta. Halló una página de abogados implicados en la defensa de los detenidos, y propuso sus servicios. Y el domingo de noche, se registraba para una guardia en JFK desde las 07:00 del lunes.

"Es la primera vez que hago una cosa así. Es formidable, esto prueba cómo la gente puede ser poderosa cuando se une", dice.

El decreto, que entró en vigor el viernes, prohíbe el ingreso de refugiados durante 120 días, sea cual sea su origen, y durante 90 días a ciudadanos de seis países musulmanes: Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán, y Yemen. Los ciudadanos de un sétimo país, Siria, tienen prohibido entrar a Estados Unidos "hasta nueva orden".

Al menos 109 personas fueron detenidas desde el viernes a su llegada a Estados Unidos, aunque tuvieran una visa válida. No está claro cuántos permanecen retenidos.

Es también la primera movilización de Mark Hanna, de 29 años, abogado general de Brooklyn, que parece haber encontrado en esta batalla la causa que da un nuevo sentido a su oficio.

Un amigo abogado lo llamó desde JFK el sábado para pedirle que acudiese. Pasó en el aeropuerto varias horas, regresó el domingo y se quedó hasta la una de la mañana en la terminal 7, tratando de encontrar informaciones sobre las personas detenidas y escribiendo pedidos de liberación para aquellas que pudieron ser identificadas.

Y también acogió a un argelino titular de una "Green Card" (permiso de residencia y trabajo permanente) que "salió en lágrimas" del aeropuerto tras haber sido interrogado durante horas a pesar de no ser originario de uno de los siete países musulmanes afectados por el decreto.

"Es la primera vez que ayudo a la gente en el terreno, pero ahora estoy fascinado con esto", añadió. "Espero que (Trump) no haga nada más tan loco. Pero si ocurre algo es seguro que me implicaré", concluye.