(Bloomberg).- A menos de tres meses para las elecciones presidenciales en Estados Unidos, ni ni se inclinan hacia el centro ideológico, una ruptura con las campañas presidenciales modernas impulsada por la merma de votantes que pueden cambiar de opinión.

En un discurso pronunciado el jueves, Clinton volvió a enfatizar sus posturas progresistas en temas económicos como subir el salario mínimo, proveer educación universitaria pública sin matrícula, expandir la seguridad social, agregar una opción de seguro público a la Ley de Atención Accesible y tomar medidas enérgicas contra Wall Street. También cosechó muchos elogios entre los activistas liberales al prometer oponerse al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés).

"Ella sigue haciendo campaña con el mismo temario progresista que discutía en las primarias", dijo por e-mail Brian Fallon, portavoz de campaña de Clinton. "Esto de ninguna manera obstruye su capacidad de llegar a los independientes y los republicanos porque, en temas que van desde la accesibilidad de la educación universitaria y un aumento del salario mínimo hasta la portación segura de armas, sus propuestas son perfectamente razonables, sus costos están cubiertos y disfrutan un nivel de apoyo casi unánime".

Por su parte, Trump reafirmó su estilo político nativista que pone a "Estados Unidos primero" desde que aceptó la nominación del Partido Republicano y enardece multitudes en sus mítines prometiendo construir un muro pagado por México a lo largo de la frontera con ese país y frenar el flujo de inmigrantes ilegales. Prometió enfrentarse a México y a China con restricciones comerciales agresivas sobre los productos exportados a Estados Unidos, prohibir la inmigración proveniente de "países terroristas", reexaminar los compromisos de Estados Unidos para proteger aliados de la OTAN e intentar una reducción de impuestos por billones de dólares cuyos mayores beneficiados, según las estimaciones, serían los estadounidenses más ricos.

Cambio estructural.El cambio en este ciclo es en parte estructural, propulsado por la polarización partidaria y el menor número de votantes persuasibles. Un estudio realizado en 2015 por Corwin Smidt, politólogo de la Universidad Estatal de Michigan, reveló que la proporción de votantes estadounidenses "flotantes" (lo contrario a quienes se apegan a un partido) cayó de un pico de aproximadamente 15% en los sesenta a 5%, a pesar de que más votantes afirman ser "independientes".

En vez de cortejar el centro, la estrategia de Trump se apoya en dar vuelta el mapa electoral y conquistar votantes blancos que antes eran demócratas en estados como Pensilvania, Wisconsin y Michigan arremetiendo contra acuerdos comerciales como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), a los que acusa de provocar la pérdida de miles de puestos de trabajo en la clase trabajadora estadounidense. Trump invitó a su coalición a los simpatizantes izquierdistas del excandidato demócrata Bernie Sanders, quien también hizo del ánimo anticomercial el centro de su campaña, y remarcó que Clinton apoyó el TPP en 2012, como secretaria de Estado de Barack Obama, antes de pronunciarse en contra en su campaña.

Las medidas de Clinton señalan que ella cree que puede quitarle republicanos moderados a Trump sin hacer concesiones políticas. Ella viene cortejando enérgicamente a republicanos destacados, marcando el contraste entre su perspectiva optimista y la visión más oscura de Trump, y afirma que el promotor inmobiliario y celebridad televisiva no reúne las condiciones para ser líder del mundo libre.

"El universo de los votantes persuasibles se achica con cada elección", dijo Dan Pfeiffer, ex asesor sénior de Obama. "Existe una asimetría entre los partidos; la base republicana está mucho más alejada del centro que la demócrata. Entonces Trump tiene que pivotar para ganar", dijo él. "Hillary no, ni debería".