En Perú todo parecen contradicciones. En marzo fue uno de los primeros países de América en establecer una férrea cuarentena y otorgar ayudas públicas para que la población se quedara en casa.
En Perú todo parecen contradicciones. En marzo fue uno de los primeros países de América en establecer una férrea cuarentena y otorgar ayudas públicas para que la población se quedara en casa.

Más enfermos que nunca, pero menos graves. Menos muertos, pero UCIS en el límite. Una expansión que remite en unas zonas pero repunta en otras. La curva del COVID-19 en el Perú refleja una compleja realidad que habla tanto de un desastre como de la esperanza de que el virus pueda estar actuando contra sí mismo.

El análisis de los datos del paso del virus permiten barruntar algunas explicaciones sobre qué sucede en el país que ostenta el macabro título de líder global en número de muertes per cápita -oficialmente, más de 29,000 decesos- y que hasta hace pocos días parecía incapaz de controlar la expansión de la enfermedad.

Pese a estar aún en medio de una gran oscuridad, comienza a verse cierta luz al final del túnel, con datos esperanzadores, sin que se pueda encontrar fácilmente una relación de causas y efectos que no pase por la posibilidad de que la enfermedad esté siendo menos virulenta o que la población haya superado cierto punto de contagios que complica la reproducción del virus.

Puras contradicciones

Y es que en Perú todo parecen contradicciones. En marzo fue uno de los primeros países de América en establecer una férrea cuarentena y otorgar ayudas públicas para que la población se quedara en casa.

Eso no paró la enfermedad y llevó, en abril, mayo y junio -303 muertos el 16 de junio, fecha con mayor mortandad según los registros oficiales- a un drama económico y social nunca antes visto, presidido por la triste imagen de los hospitales colapsados y los enfermos asfixiados por falta de oxígeno.

A partir de junio, una breve y muy elevada meseta en el ritmo de contagios, habilitó al Gobierno a decretar la apertura de la economía, completamente devastada, pero esa reactivación disparó a su vez una nueva oleada de infecciones, que llegaron y arrasaron zonas que antes habían quedado intactas.

Y, sin embargo, con una cifra media de nuevos contagios semanales en julio y agosto que casi duplica los registrados en mayo o junio, el número de muertos diario no solo no ha seguido estable, sino que ha caído significativamente.

Del mismo modo, los hospitales no solo no se vieron desbordados, sino que han visto disminuir su ocupación.

Enfermos menos graves

Los datos oficiales registrados en el Servicio Nacional de Defunciones (Sinadef), que lleva cuenta de todos los muertos, sea cual sea la causa de su fallecimiento, ha pasado de 1,003 el 3 de agosto a menos de 700 tres semanas después.

Los enfermos hospitalizados han pasado de 14,181 a mediados de mes a unos 12,000, mientras que las unidades de cuidados intensivos se han mantenido en una ocupación superior al 90%, lejos de liberarse, pero también lejos del colapso.

Marco Loret de Mola, matemático y uno de los mayores expertos en el seguimiento de la enfermedad en el país, reconoció que es evidente que el desarrollo de la enfermedad en Perú es “atípico”, fruto de “decisiones acertadas”, como el temprano confinamiento, y “problemas históricos”, como la informalidad rampante y el débil sistema de salud, que han hecho que el virus se expandiera mucho, pero sin tampoco llevar al país a una catástrofe sin salida.

Lo que vemos es que ni hemos subido sin techo, ni hemos bajado. Son dos fuerzas, una parte grande que se cuida mucho, y otra parte, menor, que no lo hace pero que mantiene el virus activo”, apuntó.

¿Inmunidad de grupo?

En cierto modo, y con muchas comillas y excepciones, Perú parece haber llegado a cierta “inmunidad de grupo”, o al menos a una seroprevalencia tan elevada que dificulta la transmisión, algo que muchos sospechan en Perú pero que no ha podido ser comprobado científicamente todavía.

Según un estimado de los datos del Sinadef, que parte por considerar que la enfermedad tiene una mortalidad del 0.5% (es decir, un muerto por cada 200 infectados), en Perú la seroprevalencia llegaría al 37.7% de la población, o a más de 12 millones de infectados.

La cifra parece concordar con otros datos que abundan en la idea de una gran expansión del virus, como un estudio que se hizo en la ciudad de Iquitos, que sufrió duramente el embate de la enfermedad en los primeros meses de la pandemia y que señalaba que entre el 70% y el 90% de la población había estado expuesta al virus.

También coincide aproximadamente con las tasas de positividad (prueba positiva por COVID-19 frente a prueba realizada), que han sido cercanas al 30% en los dos últimos meses.

Menos contagios

Sin nuevas medidas draconianas de aislamiento vigentes, y una apertura prácticamente total de la economía, el súbito descenso del número de contagios registrado en las dos últimas semanas parece explicarse por esta vía.

Sí, el efecto en los contagios que caen parece ser el virus mismo. A medida que hay más gente contagiada, hay menos por contagiar. Y eso nos juega a favor. Eso sí, sin data que lo compruebe, porque no hay data real, solo proyecciones. Pero pareciera que ya tenemos buena cantidad que se ha infectado. Lo que se ve es que la situación se empieza a revertir y no crece tan fácilmente”, acotó Loret de Mola.

El descenso en los contagios se nota en la positividad, que ha pasado de un 27% de media hace dos semanas a 20% con el que arrancó el mes de septiembre.

Y esta semana, por primera vez en dos meses, bajó el número de casos activos. Los hospitalizados han bajado, por tercera semana consecutiva. Suben contagios pero bajan hospitalizados. Más allá de que es raro, es bueno. También hay casi medio millón de altas, gente que superó la enfermedad y está en la calle, y eso debilita al virus”, razonó.

El vaso medio lleno

En cualquier caso, la experiencia y la razón apuntan a que no se debe dar por vencida la enfermedad pese a que parece que está en plena caída, como recordó el matemático.

Viendo el vaso medio lleno, en donde la pandemia nos reventó al principio, ahora ya no nos fastidia... pero también vemos que en las regiones donde al principio no fastidió, ahora nos está complicando mucho. Cae en muchos sitios, en Lima, pero suben regiones como Cusco, Puno... Todo se debe agarrar con pinzas. Aún estamos en plena guerra y ésta no ha terminado”, culminó.

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