Entre los años 2016 y 2018 unos 3.1 millones de peruanos sufrieron hambre (promedio anual) por estar subalimentados, lo cual representa al 9.7% de la población, reportó un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Esta cifra es mayor al promedio del trienio entre el 2013 y 2015, cuando se registraron 2.8 millones de peruanos subalimentados, señala el informe "Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional en América Latina y el Caribe 2019", elaborado junto a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Unicef y el Programa Mundial de Alimentos (WFP).
La FAO define a la subalimentación como la condición de un individuo cuyo consumo habitual de alimentos es insuficiente para proporcionarle la cantidad de energía alimentaria necesaria para llevar una vida normal, activa y sana.
Cabe recordar que según datos del INEI hasta el 2018 se reportaron 6.5 millones de pobres en el Perú (el 20.5% de la población).
Perú sigue la tendencia en la región, pues el informe de la FAO reporta que se registran cuatro años consecutivos de crecimiento del hambre en América Latina.
En 2018, el 6.5% de la población regional vivió con hambre, lo que equivale a 42.5 millones de personas.
La FAO indicó que la desaceleración económica de los países de la región es uno de los factores que más afecta a la seguridad alimentaria y la nutrición de las personas y hogares, con una repercusión diferente en los diversos grupos de población.
“Esto es especialmente significativo para una región con altos niveles de desigualdad. Por ello es importante contar con políticas a corto y a largo plazo que tengan objetivos claros para mejorar la nutrición y permitan aumentar la resiliencia de los hogares y reducir los impactos de las perturbaciones económicas sobre la población, con especial énfasis en los grupos en una situación de mayor vulnerabilidad”, refiere el informe.
Agrega que otro conjunto de medidas igualmente importantes para enfrentar la desaceleración de la economía son las políticas contracíclicas.
“Algunos ejemplos de este tipo de políticas en el sector agroalimentario son las destinadas a impulsar la producción interna de alimentos a través de facilidades financieras para la compra de insumos y mejoras de equipos, fortalecimiento de los servicios de apoyo y extensión rural e incentivos para la innovación tecnológica y la comercialización”, agregó la FAO.