(Foto: GEC)
(Foto: GEC)

La situación del presidente se tiene que ver desde dos perspectivas: la jurídica y la política. La primera le puede permitir plazos relativamente largos (es un decir) de corroboraciones, investigaciones, testimonios y de defensa. Pero la política hace que su situación sea casi insostenible.

Pedro Castillo ha acumulado aceleradamente sospecha, hechos irregulares y presuntos delitos. Y se ha esmerado en evitar referirse a ellos, dar explicaciones lógicas o desvirtuar contundentemente cada una de estos. Ahora esa actitud le pasa la factura.

Lo que se conoce de la declaración de Karelim López es, políticamente, la gota que derrama el vaso. Para el imaginario de la opinión pública, es casi imposible que el presidente no supiera o no participara de todo lo que se señala que hacían sus más cercanos allegados, sus familiares y sus ministros.

Puede que no se haya corroborado legalmente todavía lo dicho, pero para gran parte de la población lo declarado ya es una “verdad”, que guarda perfecta relación y lógica con todas las sospechas, hechos irregulares y presuntos delitos acumulados. El proceso judicial será para los fiscales y jueces. El juicio político es el que le interesa a la población. La imagen y la credibilidad del presidente están por los suelos.

La pelota ahora está en la cancha de un Congreso que tiene una desaprobación y un descrédito que hasta hace tres días eran tan bajos como el del presidente. Y ahora, además, tienen rabo de paja, porque las acusaciones de Karelim López alcanzan también a miembros de la bancada de la presidenta del Congreso.

El tiempo corre y el Congreso tiene varios temas. Primero tiene que tratar de ganarle al presidente porque debe iniciar y lograr la vacancia antes que el Gabinete se presente por el voto de confianza. Si no lo logra, y los ministros van al Congreso, los parlamentarios tendrán que decidir si queman su bala de plata y le niegan la confianza. ¿Le pueden dar la confianza a este Gabinete?

Si logran que se vote la vacancia, tendrán que asegurar los 87 votos. ¿Cuántos congresistas tienen la libertad y tranquilidad de conciencia para votar por la vacancia, sin temer que alguien los involucre en “arreglos” con miembros de este gobierno?, esperemos que ninguno o muy pocos.

Si no logran los 87 votos, el resultado será desastroso. Y si lo logran, ¿se va solo el presidente o se van todos? Han dicho que se quedan, entonces tendrán que convivir -¿cogobernar en ancha base?- con la vicepresidenta. Si no quieren hacerlo y la presionan para que renuncie o sea vacada, volvemos a que se vayan todos y convocar a elecciones. ¿La actual presidenta del Congreso podrá asumir la Presidencia? Hay quienes dicen que podría terminar como el último y brevísimo gobernante acciopopulista.

¿Qué hará ahora el Congreso?

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