Anthony Laub. (Foto: GEC)
Anthony Laub. (Foto: GEC)

Entusiasmado, accedí creyendo ilusamente que podía cumplir el encargo con solvencia. Error. Reconozco que, pese a tener algunas ideas hacia dónde deberíamos evolucionar, he batallado para plasmar ese ideal de país para el 2050.

Para aspirar a ser un país moderno, unido y promotor de la libertad (económica y social) identifiqué una serie de temas a superar, como: centralismo; reforma del Estado; falta de institucionalidad; informalidad; ausencia de servicios básicos; inseguridad; complejo régimen tributario; rigidez laboral; desconexión con la Amazonía; falta de infraestructura; maraña de normas; corrupción, entre otros.

Los obstáculos son tantos que, identificar una o más propuestas seguiría siendo una tarea incompleta y frente a tanta carencia, el primer objetivo debiera ser el facilitar que todos accedamos a servicios básicos: salud, educación, seguridad, agua y energía.

Con ello en mente, propongo regresar a lo básico y promover 3 puntos centrales: Libertad, estado de derecho y nación. Una sociedad partida, con libertades limitadas (en especial en la económica) y un sistema normativo ineficiente, es escenario propicio para que fracase en todos sus ámbitos. Las sociedades que promueven la libertad y el respeto a la ley han logrado desarrollarse y ese debe ser el trayecto a seguir.

Forjar una nación con esos 3 objetivos en mente permitirá que nuestro proyecto país deje de ser una quimera. Ahora bien, para mirar al futuro, es imprescindible que dejemos de subyugarnos al pasado. Añorar el Incanato (era un imperio déspota), creer que Lima es virreinal o que la guerra con Chile fue ayer y la Conquista antes de ayer, no solo nos impone una carga social muy dura, sino que evita que nos reconciliemos como sociedad.

Tener a la libertad como ideal común y la ley como herramienta, nos llevará a dejar de tantear a oscuras la realidad y movernos pendularmente, según los ciclos políticos que toque enfrentar. Emanciparnos y limitar al Estado en sus funciones y el respeto a la ley es esencial.

Con libertad y necesidades básicas cubiertas, el Perú del 2050 habrá logrado superar la mayoría de las barreras que hoy nos abruman. Aspiro pues a un país libre, en el que sea el ciudadano y no el Estado el que decida.

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